5 de abril de 2014

Breve lección de Derecho para "linchamientistas" por acción u omisión.

En plena ola de una pretendida "justicia por mano propia" o linchamientos al por mayor, difundida (propiciada) por los medios masivos de difusión, donde se pueden ver verdaderos “linchamientistas” por acción u omisión (omisión de una condena clara de los mismos), este humilde servidor público propone parar la pelota un poco y observar el panorama, para sacar alguna conclusión que pueda ayudarnos para aclarar nuestra visión.
Empecemos por repasar dos hechos delictivos que sucedieron en estos días en la misma ciudad, Rosario, de acuerdo a lo que dijeron los medios:




Primer linchamiento en Rosario.
Una joven de 21 años fue asaltada en Rosario. La zona de Liniers y la cortada Marcos Paz fue el escenario del arrebato, le sacaron la cartera. David Moreira de 18 años fue linchado por los vecinos, minutos más tarde. La versión difundida por la joven robada –puesta en boca de su abogado– señala que Moreira sería el ladrón. El estado de shock no le impidió identificar a Moreira. Lo reconoció pese a la brutalidad de la golpiza, ya que el rostro del joven se hallaba desfigurado. Sin embargo, fue incapaz de identificar a ninguno de sus múltiples asesinos. Según este curioso relato Moreira en su huida fue interceptado por un grupo que lo golpeó hasta provocarle la pérdida de gran parte de su masa encefálica. Pasaron horas hasta el arribo de Moreira al hospital, y a juzgar por la información que circuló por las redes sociales, ese tiempo –diferencia entre paliza terrible y asesinato premeditado– fue garantizado por los atacantes. Esto es, desinformaron a las autoridades imposibilitando el acceso de una ambulancia para socorrerlo. No se trataba de evitar el robo, sino de matar al presunto ladrón.



David Moreira yace muerto luego de ser linchado.


Segundo linchamiento en Rosario.
(Leonardo) Medina tiene 24 años y es empleado textil. (Oscar) Bonaldi (22) es albañil. El 15 de marzo, cerca de las 6 de la mañana, iban en una moto hacia sus trabajos. Al detenerse en un semáforo de la transitada intersección de Avenida Pellegrini y Provincias Unidas, en la zona oeste de Rosario, vieron cómo se les aproximaba un Ford K negro.
Desde el coche comenzaron a dispararles. Los jóvenes decidieron abandonar la moto –que no volvieron a recuperar– y salir corriendo, pensando que los estaban asaltando. Quienes los atacaban los habían confundido con motochorros que un rato antes habían robado una remisería.
Medina llegó a refugiarse en una estación de servicio ubicada a 100 metros del semáforo donde comenzó la persecución. Bonaldi no tuvo la misma suerte. Entre cinco y seis personas lo alcanzaron y lo golpearon con saña. “Uno de los tipos me dio dos o tres fierrazos en la cabeza y, cuando estaba desmayado, vinieron los otros tipos. Me pegaron patadas y me sacaron las zapatillas y el gorrito”, reconstruyó Bonaldi en diálogo con La Capital de Rosario.
“Me pegaban porque decían que nosotros habíamos robado una remisería, pero en vez de golpearme, ¿por qué no llamaron a la Policía?”, planteó Oscar. Al muchacho lo salvaron un policía que custodiaba la estación de servicio y un llamado telefónico: les dijeron a los agresores que los asaltantes de la remisería ya habían sido detenidos en otro lado. En la remisería admitieron el error, y los jóvenes hicieron la denuncia por “lesiones”.

Oscar Bonaldi luego de ser linchado.


Ahora, acercamos un par de acotaciones sobre los hechos antes de adentrarnos en las conclusiones:

* En ambos hechos ciudadanos civiles no identificados hasta ahora intervinieron tras un robo con el propósito de ejercer la mal llamada “justicia por mano propia” contra los ladrones. En el segundo hecho incluso utilizando disparos de armas de fuego para ello.
* En ambos casos, el blanco de la violencia popular (linchamiento) fueron dos jóvenes que respondían al biotipo americano nativo (morocho, criollo, “cabecita negra”, etc.) y se desplazaban de a dos en moto, es decir que se los identificó principalmente por “portación de cara” y por “motochorros”, como se los caracteriza en los medios de difusión masiva.
* En uno de ellos, la víctima del linchamiento murió por causa de los golpes recibidos de parte de la turba. En el otro, un policía le salvó la vida al supuesto ladrón al intervenir y detener la golpiza a tiempo, aunque no detuvo a los linchadores ni evitó que se llevaran la moto de la víctima. Tampoco se sabe nada de las armas utilizadas en el hecho por los “justicieros”.
* El término “justicia por mano propia” podría ser catalogado de oxímoron, ya que la justicia sólo puede ser aplicada por el estado (en representación de los ciudadanos), no por los ciudadanos en forma directa.
* La pena que la Justicia estipula para quien roba sin el uso de un arma es la prisión y no la pena de muerte, por lo que los linchadores se excedieron en la aplicación de la supuesta pena.


Conclusiones provisorias.

Analicemos ahora fríamente ambos casos:
En el primer caso, la turba enfurecida atacó y detuvo al supuesto ladrón y le propinó una furibunda golpiza hasta dejarlo inconsciente en la calle y desangrándose, impidió que intervenga el estado (policía y ambulancia) para salvarle la vida y detenerlo para juzgarlo y condenarlo si era realmente el ladrón.
De no ser por la intervención de estado en el segundo hecho (el policía), la víctima hubiese terminado muerto.
En ambos casos los jóvenes fueron víctimas de asesinato, en el segundo caso en grado de tentativa. Por ello, los “justicieros” o linchadores son pasibles de ser acusados de asesinato, en el segundo caso en grado de tentativa.
En el primero caso, el joven asesinado parece ser quien produjo realmente el robo, pero no lo sabemos porque no ha sido fehacientemente probado. En el segundo, por el contrario, sabemos que no porque el estado intervino (la policía) y detuvo rápidamente a los verdaderos ladrones, que ya están procesados.
En el primer caso, al ciudadano David Moreira no se les respetaron sus derechos humanos (ser acusado ante un juez en un juicio, y en caso de ser culpable ser castigado con la pena que reglamenta el Código Penal).La intervención de los linchadores o “justicieros” evitó la del estado (adrede), lo que hubiese posibilitado aclarar el hecho y castigar a los verdaderos culpables (el mismo Moreira y su cómplice, de haberlo sido).
En el segundo caso, la intervención del estado le salvó la vida a Oscar Bonaldi y sus derechos humanos no fueron avasallados; de no haber sido detenidos los ladrones, Oscar habría sido detenido y acusado ante la Justicia y, por lo tanto, encontrado inocente.
Ahora bien, como sabemos todos, las posibilidades de error en la condena o absolución de un ciudadano acusado de un delito ante la Justicia existen, pero con estos casos de "justicia por mano propia"vemos fehacientemente que las posibilidades de error son infinitamente mayores. Esto es así porque en la intervención de “la gente” o la turba enfurecida de “ciudadanos indignados” no existe un procedimiento diseñado, reglado y metódico que nos garantice un resultado justo, tanto para la víctima como para el acusado, y eficiente para castigar a los delincuentes (lo que se denomina Justicia).
Esto que describimos no es otra cosa que el respeto de los derechos humanos; algo de lo que muchos comunicadores o medios de difusión masiva nombran despectivamente o denigran sin saber qué son, o desconociéndolos adrede para ocultar su propia ideología contraria al derecho.

Y, finalmente, un pretencioso consejo de parte de este humilde servidor público para los partidarios de los “linchadores” o “vecinos indignados”: aprovechemos la lección que recibió en carne propia Oscar Bonaldi sobre lo que son sus derechos humanos. Que son los mismos que les corresponden a todos los ciudadanos involucrados en ambos hechos: las víctimas de los robos, las víctimas de los linchamientos, los verdaderos ladrones y los linchadores o asesinos de ambos casos. Lo que podemos sintetizar en que todos tienen derecho a que el estado intervenga en sus casos para asegurarles sus derechos, porque ninguno de nosotros está exento de ser objeto de una falsa o errónea acusación (similar o muy distinta) a la de Oscar Bonaldi o de David Moreira.


Para finalizar, Basurero Nacional acerca ahora reveladores testimonios mucho más autorizados sobre el tema, extraído de los medios de difusión en estos días:

Dijo el vocero de la Iglesia Católica, Monseñor Jorge Lozano:
"En un Estado de Derecho, el camino a transitar es el de acudir a las instituciones que corresponde. Si es por ‘mano propia’ no es justicia, debemos ser claros", remarcó Lozano, quien además es obispo de Gualeguaychú.
 “Valoran más la propiedad robada, o por serlo, que la vida del presunto delincuente, y digo presunto porque algunos de los que participaron de la agresión lo deducen por los dichos de otros", reprochó.


Dijo el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel:
"Si alguien comete un delito no significa que deja de tener derechos: debe ser llevado ante las autoridades judiciales para que se le aplique la ley penal, si se comprueba lo que se presume. Toda persona tiene derecho a un juicio justo y rápido, tanto la víctima como el victimario, y nadie es dueño de la vida ajena"

"Los medios están incentivando sociedades violentas" (…) "están generando pánico colectivo"Además, el presidente del Serpaj indicó que los linchamientos pueden inscribirse dentro de "mecanismos psicosociales como la suspensión de la conciencia, mediante el cual si todo un grupo hace lo mismo, la culpabilidad se diluye en lo colectivo, entonces nadie se hace responsable". Alertó también que ese mismo mecanismo fue utilizado "durante la dictadura por las fuerzas armadas y por las fuerzas de seguridad".
Por último, reiteró que "no se puede incentivar la crispación" porque se "está incentivando sociedades violentas" y reclamó responsabilidad sobre lo que se emite en los medios porque "no todo está permitido".


Dijo Righi, titular del pos-doctorado de la Facultad de Derecho de la UBA:
"La discusión jurídica es muy sencilla: (Un linchamiento) es un homicidio calificado, porque los actos se realizan después de consumado el hecho y neutralizado el supuesto ladrón. Y también hay ensañamiento y alevosía, por lo tanto a los autores le corresponde pena perpetua privativa de libertad.


Dijo la vicepresidenta de la Corte Suprema de Justicia, Elena Highton de Nolasco:
(Los linchamientos son) "homicidios violentos, sangrientos y en masa".
"No sé por qué se está alentando (ese tipo de acciones) como si fueran algo bueno", cuestionó la jueza suprema, al tiempo que las definió como actitudes "cobardes".
(…)"no hay proporción entre el robo o el hurto de una cartera, con un homicidio".
"La gente está violenta y se suman unos a otros", razonó Highton de Nolasco. (…) "Hubo casos en que la policía tenía agarrado al ladrón y la gente se lo quería arrebatar para pegarle."


Dijo el juez de la Corte Suprema de Juticia, Eugenio Zaffaroni:
(Ese tipo de acciones) "no es legí­tima defensa, se trata de homicidio calificado, doblemente calificado: por alevosí­a y por ensañamiento".


Dijo Roberto Carlés (Doctor en Derecho. Coordinador de la Comisión para la Elaboración del Proyecto de Ley de Reforma del Código Penal):
Lo que esos incivilizados hicieron con David no es otra cosa que un homicidio calificado, como se ha dicho, es decir, un hecho delictivo. No existe algo así como una “justicia por mano propia”. Estos no son actos de justicia, mucho menos “popular”, como se ha dicho en algún lado. Se trata lisa y llanamente de ejecuciones extrajudiciales, ilegales, de homicidios agravados, consumados o en grado de tentativa, de autores de delitos o sospechosos de haberlos cometido. O de jóvenes que tengan cara de poder llegar a cometerlos algún día.






Esperemos que esta breve lección de Derecho haya sido útil tanto a los "linchamientistas" como a todos los demás que a veces solemos hablar de lo que no sabemos u opinar de acuerdo a lo que los medios masivos nos informan, generalmente sin un contexto adecuado para analizarlo por nuestra cuenta.



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