5 de julio de 2012

Mitos argentinos. Hoy: "Argentina crece tanto debido al Viento de Cola".

Suele afirmarse ligeramente que el gran crecimiento de la economía nacional y el mejoramiento social de la población argentina son meros efectos de los vientos favorables de la economía mundial (de los buenos precios de los productos primarios que Argentina genera y exporta) y que eso se evidencia en el crecimiento similar de las otras economías de la región. Esta teoría está sustentada en lo que muchos periodistas y economistas ortodoxos predican día y noche en algunos medios de difusión. De esa manera, poco tendría que ver lo que el país hace o deja de hacer en materia de política económica. Tras años de predicamento de esa "verdad revelada" en los medios hegemónicos ese ejercicio logró que esa teoría se constituya en otro de los que este humilde servidor público llama "Mitos Argentinos"; en este caso se trata del famoso mito del "Viento de Cola". Pero vayamos por partes, y primero analicemos si lo que esa teoría sostiene es tan así.

Para analizar este mito moderno, empecemos con la refutación emanada desde el mismo poder ejecutivo:


"No es magia, ni viento de cola, ni suerte; es trabajo, inversión y gestion correcta."
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner (...) contrastó lo que ocurría años atrás cuando el país "no impulsaba, no tenía políticas para los que producían, no fomentaba la producción, la inversión en ciencia y tecnología" y, en ese marco, los empresarios "importaban" porque "de algo tenían que vivir".
"Esta es la prueba de que cuando el Estado dota a los empresarios de los instrumentos necesarios, de políticas que los impulsa y los promociona, las cosas pueden transformarse para bien y generar trabajo para los argentinos", insistió.
"Que todos sepan que no es magia, no es viento de cola, no es suerte; es trabajo, esfuerzo, inversión, administración y gestión correcta de los recursos que nos permite asignar recursos no sólo en obras de infraestructura formidable, sino en cuestiones que tienen que ver con la calidad de vida", declaró.
La Jefa de Estado priorizó, entre las políticas del gobierno, "impulsar la inversión para sostener la oferta" porque, explicó, "la demanda también la estamos haciendo nosotros con las políticas sociales".
"Sostener, impulsar y fomentar la demanda agregada y lo que necesitamos es que los empresarios inviertan para sostener la oferta que esa demanda tiene, y no tener las tensiones propias en la economía y en los procesos de crecimiento", remarcó.
Con todo, la Presidenta advirtió que "esta Argentina, que de tantas décadas de abandono, de no hacer nada, todavía tiene fuertes desigualdades que tenemos que cubrir y abordar".

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Pero ¿es tan así o es sólo una justificación política del camino emprendido desde el 2003? Veamos ahora qué dice un economista que investigó el tema:

El mito del viento de cola.
El crecimiento económico de los últimos ocho años (2003-2010) no se explica, exclusivamente, por el llamado viento de cola. La idea de que al país le va bien sólo por los precios internacionales de las materias primas agropecuarias y el crecimiento exponencial de China, y en menor medida Brasil, no es tal. Esa es la conclusión del economista Eugenio Díaz Bonilla, esbozada en un trabajo que se titula “Del infierno al purgatorio: ¿y después qué?”. La tesis principal de este paper es que otras economías vinculadas con los commodities, como Chile y Perú con el cobre, crecieron menos que la Argentina, cuando ese metal aumentó mucho más que la soja. “Esto se explica por cuatro motivos, uno político y tres económicos: la recuperación del manejo político sobre la economía, los buenos resultados macroeconómicos, el apoyo a la demanda y un mejor clima de inversiones”, explicó el economista.
Para analizar los datos de crecimiento y profundizar sobre las cuestiones internas y exógenas del actual modelo, el economista utilizó información oficial del Banco Mundial, y para el caso de la Argentina aplicó también datos de consultoras privadas, a partir de 2008.
“El crecimiento promedio del PBI en el período 2003-2010 fue de 7,1 por ciento. Luego de realizar los cálculos econométricos, en base a variables de política económica interna y datos exógenos, surge que hubo en el período un crecimiento del 4,1 por ciento que no se explica por las variables externas. Eso indicaría que un 58 por ciento de la tasa de crecimiento no está explicado por el viento de cola”, explicó Díaz Bonilla.
Por ejemplo, en Chile y Perú existe una incidencia central del cobre, cuyo valor aumentó más que la soja en los últimos años. En este sentido, el PBI per cápita de Chile creció, en el período 2003-2009, un 2,76 por ciento, y el de Perú, un 4,86 por ciento, mientras que el incremento de la Argentina fue de 6,38 por ciento (según datos oficiales) o un 5,52 por ciento con variables de consultoras privadas.
El texto del economista argentino explica que además de las razones políticas, es decir la estabilidad institucional después del estallido de la convertibilidad, resultó clave “la política de expansión y democratización del mercado interno” y una mejora de las condiciones para la inversión privada, a pesar de que algunos sectores políticos insisten con que “en Argentina no hay condiciones para invertir”.
El análisis del período 2003-2010 está inscrito en los resultados de otras series históricas. Si la etapa 1940-1975 (marcada por la sustitución de importaciones y un buen clima externo, sobre todo entre el ’60 y ’75) no se hubiera interrumpido por la dictadura militar, la crisis de la deuda externa en los ’80 y luego la convertibilidad, “Argentina habría alcanzado un PBI per cápita superior en un 20 por ciento al actual”, sostiene el representante ante el BID.
Todo de cara al Bicentenario de la Independencia (2016), “para que el país recupere el sendero abierto en el período 1940-1975”.

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Para probar con más cifras esta refutación y alejarla de los mitos y leyendas urbanas, veamos un segundo estudio al respecto (para ver mejor los gráficos hacer click en ellos):

Acerca del "viento de cola".
Si bien el proceso de crecimiento que atravesó Argentina tuvo lugar en el marco de una mejora en las condiciones prevalecientes en los mercados internacionales, no fue esta su causa principal, ni mucho menos la única. Por el contrario, fue la demanda interna el motor fundamental sobre el que se sustentó la importante fase de crecimiento de los últimos años. Al evaluar la contribución de los distintos componentes al incremento de la demanda global en el periodo comprendido entre los años 2003 y 2010, se observa que el consumo doméstico, tanto público como privado, y la inversión tuvieron un rol protagónico en términos de su contribución al crecimiento, mientras que las exportaciones, a pesar de su fuerte expansión en términos históricos, dieron cuenta de algo menos de 10% (v. gráfico 1).



A su vez, si se compara el crecimiento experimentado por la economía argentina entre 2003 y 2010 con el de otros países de la región, se observa que presentó un desempeño más favorable, a pesar de que verificó una mejora relativamente menor en sus términos de intercambio externo. En efecto, como se puede observar en el gráfico 2, la economía argentina fue la de mayor dinamismo (64,7%) a pesar de haber tenido una mejora en sus términos de intercambio externo inferior a la registrada en los restantes países de la región (con la sola excepción de Uruguay).


Por otro lado, se debe señalar que si bien el crecimiento de las exportaciones de bienes en la economía argentina fue muy significativo, ya que pasaron de us$ 29.938 millones en 2003 a us$ 68.133 millones en 2010, Argentina fue el país con peor desempeño exportador de la región. En efecto, considerando el conjunto de las economías sudamericanas, las exportaciones crecieron a una tasa anual acumulativa de 16,2% en el periodo mencionado, mientras que en Argentina esa tasa se ubicó en 12,7%. Es más, el crecimiento del valor exportado por este país fue sensiblemente menor al de otras naciones, como Paraguay, Perú y Bolivia. Estas tendencias ponen en evidencia dos elementos centrales.

Primero, que el importante crecimiento experimentado por la economía argentina no puede explicarse solamente por la presencia de inéditas condiciones internacionales (el «viento de cola», como suelen señalar muchos analistas).

Segundo, que la adopción del «dólar alto» como eje destacado de la política de «fomento a la producción», si bien puede considerarse una condición necesaria para una elevación en las ventas externas, no parece garantizar por sí mismo un notorio incremento en estas, ni mucho menos el avance hacia una diversificación de la canasta exportadora (de allí que en los años recientes tampoco se produjeran alteraciones significativas como para afirmar la existencia de un cambio estructural en el perfil exportador).

En definitiva, en una visión del conjunto del periodo, no se puede sostener que el crecimiento de la economía argentina en la posconvertibilidad se haya sustentado únicamente en la mejora de las condiciones externas.

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Y como si esto fuera poco y todo por el mismo precio, hé aquí otro estudio que confirma lo dicho anteriomente:

En la coyuntura actual este afán por ser especiales se manifiesta en la lectura casi melancólica de que Argentina no madura como sí lo han hecho Chile, Uruguay, Brasil y Perú (el nuevo adulto latinoamericano).

Quiero en cambio enfatizar una diferencia bastante crucial entre argentina y el resto de los países de la región, y que debería tener más peso a la hora de comparar trayectorias, políticas y desempeños: Argentina tiene una estructura productiva distinta a la de los otros países latinoamericanos. Mi argumento se funda en la experiencia exportadora de la última década. En particular en los siguientes hechos: (a) el shock positivo de los términos de intercambio fue relativamente débil para Argentina; (b) Argentina fue excepcional en que sus exportaciones no aumentaron su dependencia de bienes intensivos en recursos naturales (la “primarización” exportadora de América Latina no se verifica de manera contundente para Argentina), y (c) las exportaciones industriales (incluso aquellas de bienes diferenciados y de alto contenido tecnológico) explican un porcentaje mayor de las exportaciones totales. (a), (b) y (c) son hechos que exigen (d) especular sobre si una estructura productiva distinta impone o no restricciones particulares sobre la política monetaria/cambiaria, y si explica una económica política más compleja que impide que los concesos emerjan de manera natural.

Está claro que los últimos años fueron generosos con América Latina al mejorar notablemente los términos del intercambio. Tal cual puede verse en el Gráfico 1, los precios internacionales de los principales commodities que exporta la región se multiplicaron, llegando a cuadriplicarse en algunos casos, durante la pasada década. Este shock positivo que nutre el “viento de cola” varía según los productos y, por ende, no fue idéntico para toda la región. Puede verse que el cobre lideró los incrementos al acercarse a un 400% entre 2000 y casi el 2011. Lo sigue el petróleo con un crecimiento que alcanza un 250%. Por otro lado, el café y la soja crecieron a un ritmo bien menor, aunque esto no evitó que se haya duplicado durante la década. El gráfico 2 sugiere que este fenómeno de precios alcanza también a las exportaciones alimentos, aunque a una velocidad bien menor a la del cobre y petróleo.







Para ser preciso:
Hecho 1: los términos del intercambio mejoraron de manera substancial en América Latina. Sin embargo, su intensidad varía entre países de acuerdo a su principal bien de exportador. Los más beneficiados fueron los países abundantes en cobre y petróleo. Los menos aquellos que producen soja, café y alimentos.
(b)y parte de (c) ¿El crecimiento de las exportaciones fue similar para cada país de la región?
Analizaremos ahora el crecimiento de las exportaciones en los casos siguientes: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú. Para justificar tal selección, es importante notar que estos países representaron en su conjunto el 90% del comercio total de la región. La Tabla 1 informa el crecimiento de las exportaciones por tipo de bien para cada uno de los países seleccionados.




Si bien las exportaciones de todos los países aumentaron, y mucho, las exportaciones con mayor dinamismo fueron las de Perú (409%), Chile (297%) y Brasil (273%). En estos tres casos, las exportaciones que más crecieron (en valor) fueron las de bienes primarios, por un lado, y las de energía y combustibles para los casos de Perú y Brasil, con aumentos muy significativos que superan el 2000% para el caso de Brasil y el 700% para el de Perú.
Al contrastar la evolución de las exportaciones manufactureras con respecto al total, se puede distinguir cuáles son los países aumentaron sus exportaciones industriales más que aquellas de bienes primarios y combustibles. Comparando las columnas 3 con las 5 (Tabla 1) es posible afirmar que el proceso de “primarización” es generalizado en América Latina con la excepción de la Argentina.
Para completar la descripción de la “primarización” de las exportaciones latinoamericanas, veamos ahora si la estructura de exportaciones de estos países se modificó durante la pasada década.

La categoría “otras manufacturas” incluye aquellos bienes que no usan intensivamente los abundantes recursos naturales que caracterizan la región.

Brasil y Argentina aparecen como aquellos más especializados en manufacturas (agroindustria y otras manufacturas) aunque en el caso de Brasil estos bienes decrecen en su importancia relativa.

Esta es la denominada “primarización” de las exportaciones latinoamericanas. Sin embargo, cabe señalar que en los casos de Brasil, Colombia, México y Perú “otras manufacturas” perdieron más de 10 puntos en su participación en tan sólo una década (más de 30 en el caso de Brasil). Por otro lado, para Argentina esta caída ha sido menos pronunciada.
Dado la heterogeneidad de productos incluidos dentro de cada sector, analicemos las exportaciones totales de acuerdo a su grado de diferenciación y contenido tecnológico y la participación de los sectores. La tabla 3 expone los datos relevantes.




La Tabla 3 sugiere de nuevo que la dinámica de “primarización” excluye a Argentina. En el caso de Argentina, el peso de las exportaciones basadas en recursos naturales cayó de 39% a 34%. En todos los demás países observamos un crecimiento significativo en el peso de estas exportaciones. Destacamos, por ejemplo, el caso Brasil, cuya importancia relativa de los bienes primarios y combustibles pasó del 19% al 39%. Observamos que este patrón de especialización se acentuó en el caso de Perú, pasando del 51% al 75%, y se consolidó en el caso de Chile y Colombia con valores cercanos al 70%.
Es posible también observar que el peso de las exportaciones diferenciadas cayó en todos los países menos en la Argentina. Si bien el porcentaje de exportaciones diferenciadas de Argentina no era inicialmente alto con respecto a los países de la región, para el resto de los países este tipo de exportaciones redujo su peso relativo. Esto se observa marcadamente en los casos de Brasil, Colombia, México y Perú. Es posible también ver que el porcentaje de las exportaciones con contenido tecnológico alto o medio-alto cayó en todos los países excepto en la Argentina, cuya importancia creció del 22 al 25%, aun si sigue manteniendo valores modestos. La caída en el peso de estas exportaciones se dio particularmente en México y Brasil.

Resumiendo,
Hecho 2: El proceso de “primarización” fue generalizado entre los principales exportadores de América Latina. Este proceso se expresa en el crecimiento relativo de las exportaciones intensivas en recursos naturales, y en la caída en importancia de las exportaciones de productos diferenciadas y de alto contenido tecnológico. Este proceso es muy fuerte en Colombia, Perú y Brasil, y acentúa la dependencia del cobre en Chile. La excepción a este proceso es Argentina.
¿Es relevante como diferencia una inserción internacional distinta?

La pregunta que se impone es si acaso esta excepcionalidad es relevante o no a la hora de comparar las trayectorias de los países de la región.

1. La existencia de una industria con mayor peso a la hora de explicar las exportaciones puede imponer restricciones particulares de política económica. Más aun si este desempeño exportador exige un tipo de cambio competitivo para su desenvolvimiento. Un ejemplo claro emerge al comparar la política cambiara que sigue a las mejoras en los términos del intercambio. Como cuenta Juan Pablo Nicoloni y complementa Ariel Burstein, mejores términos de intercambio exigen que el tipo de cambio baje o que la inflación suba

Si la industria es suficientemente importante e insuficientemente competitiva, como posiblemente sea el caso para Argentina, entonces la opción inflacionaria es más probable que sea la elegida. De hecho, los “buenos” ejemplos de la región han preferido la apreciación nominal de sus monedas mientras que en Argentina se sufre el ajuste inflacionario.

3. La economía política en un país como Argentina es más compleja. No tanto por el rollo argento sino por la dureza con que se expresa el conflicto distributivo asociado a la apertura comercial.

Claro está, este argumento no justifica un proteccionismo bobo. Una administración del comercio internacional para un país como Argentina exige una desarrollo institucional y burocrático de muy alta calidad. Eludo el comentario sobre si ésta existe o no en la administración pública. En todo caso, sin embargo, está claro que es más fácil abrirse al mundo siendo Chile o Perú que para Argentina.

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Como hemos visto claramente, el largamente publicitado argumento del "viento de cola" que arrastraría el barco de la economía nacional no es más que otro de los que aquí llamamos Mitos Argentinos. Y, nuevamente, este humilde basurero ha cumplido con su tarea de limpiar la basura de nuestro "sentido común" autóctono: otro servicio público a la comunidad. Hasta la próxima.


Más mitos en el compendio de Mitos Argentinos.

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