24 de marzo de 2016

A 40 años del inicio, dos visiones enfrentadas coinciden en las causas y métodos de la última dictadura.

Con el propósito de resaltar puntos de coincidencia entre las distintas visiones de la historia (en esta especie de "clima de época" de búsqueda de consensos), acercamos aquí un punto fundamental en el que coinciden dos visiones completamente distintas de la historia, el presente y el futuro de nuestro país. Los protagonistas son los periodistas y ex militantes políticos Rodolfo Walsh y Horacio Verbitsky por un lado, y el militar y ex dictador Jorge Rafael Videla por el otro.
El lector, lógicamente, se preguntará ¿en qué pueden coincidir personas de tan disímiles ideologías sobre la dictadura 1976-1983? Bueno, paradójicamente, en las causas y metodología del golpe, precisamente. Y lo hacen (todos) desmintiendo el típico relato oficialista (de la dictadura) de la reacción frente al peligro de la guerrilla izquierdista.
Pero no adelantemos nada y vayamos, ya, a la palabra de los protagonistas.


Dijo Rodolfo Walsh cuando se cumplía el primer año de la dictadura en su famosa Carta abierta de un periodista a la Junta Militar que le costó la vida:

(…) los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades.
El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.
De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda un ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras.
Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.
La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga.
Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas.
Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S.Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.
(…) aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas. Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.
Rodolfo Walsh, Buenos Aires, 24 de marzo de 1977.
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Dijo Horacio Verbitsky en un reciente reportaje de la Agencia Paco Urondo:

APU: ¿En qué consiste el proyecto exitoso de la dictadura?
HV: Con la motivación subjetiva y objetiva de enfrentar el desafío de las organizaciones revolucionarias la dictadura se propuso una meta mucho más ambiciosa, como fue erradicar y modificar las bases estructurales de la Argentina construida desde mediados del siglo pasado, en los 30 años anteriores al golpe. Argentina llegó a ser en ese período la sociedad más igualitaria de América Latina. El proyecto del golpe del 76 consistió en destruir todo ese tejido social, del cual las organizaciones revolucionarias eran un emergente, que por supuesto amenazaban la dominación tradicional en la Argentina y que permitió cohesionar a las Fuerzas Armadas porque le dio una motivación subjetiva muy fuerte. Pero la misión más ambiciosa y trascendente del golpe tenía que ver con los intereses de los grupos económicos y se expresa en la frase de Rodolfo Walsh que dice que los crímenes de la Dictadura no son el peor de sus crímenes. El peor de sus crímenes es la miseria planificada. Ese proyecto fue exitoso. Tuvo en el ciclo de endeudamiento iniciado en ese período un instrumento fenomenal. El endeudamiento externo es un gran ordenador de las relaciones internas de poder, porque siempre son unos sectores los que reciben los beneficios del crédito y otros los que lo van a pagar.

APU: Decía que los militares fracasaron en no poder garantizar la sustentabilidad política de ese proyecto. ¿Por qué pasó eso?
HV: A diferencia de lo que ocurrió en Chile y Brasil, no pudieron consolidar un régimen estable. Se debió a muchas causas. Por un lado, por la inhabilidad de ese grupo de militares para tener un manejo de la economía que aparte de dar satisfacción a los grupos económicos beneficiara de algún modo al resto de la sociedad. Se produjo una polarización social brutal. Después estaban las pugnas internas de la Junta Militar, derivadas en buena medida del ideologismo con el que se manejaban. Además, porque a pesar del terror había una tradición de resistencia popular en el país que logró manifestarse sobre todo a partir de 1979. Por otro lado, porque el método elegido para la represión era profundamente autodestructivo: la idea de que se podía hacer desaparecer a una enorme cantidad de personas sin que eso tuviera efectos, que los familiares iban a aceptarlo sin reaccionar, que la comunidad internacional no se iba a pronunciar. Se encerraron en su propia trampa. Por último, porque para salir del callejón en el que se metieron no tuvieron mejor idea que intentar la recuperación de las islas Malvinas. La dictadura terminó por hecatombe, por colapso, no por salida negociada.
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Y repasemos lo que dijo Jorge Videla (corroborando lo expuesto más arriba) en un extenso reportaje que se convirtió en un libro, que analizamos oportunamente en Basurero Nacional:


A continuación examinemos algunos párrafos provenientes de esa "confesión pública" de Videla.
La conducta de la dictadura obedecía a un plan detallado y consensuado entre las tres fuerzas antes del golpe, que incluso preveía el destino a darle a los detenidos-desaparecidos “irrecuperables” que se iban a generar, de cuyos cuerpos ya habían decidido su “disposición final”, Videla explica el término:
“La frase ‘Solución Final’ nunca se usó. ‘Disposición Final’ fue una frase más utilizada; son dos palabras muy militares y significan sacar de servicio una cosa por inservible. Cuando, por ejemplo, se habla de una ropa que ya no se usa o no sirve porque está gastada, pasa a Disposición Final” (…) que “ya no tiene vida útil".
“Pongamos que eran siete mil u ocho mil las personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión" (…) pero "que no fuera evidente, para que la sociedad no se diera cuenta ni pueda provocar protestas dentro y fuera del país".

Es decir, la intención de la dictadura no era utilizar la ley, la legalidad para juzgar a los sospechosos de crímenes, ni apelar a la Justicia para conocer la verdad, sino la encarcelación o eliminación de ellos (los sospechosos o los opositores políticos) mediante métodos cruentos y clandestinos. Los detenidos no tenían derechos, y el destino de los considerados culpables por los mismos que los secuestraban (pero sin juicio previo) era la muerte, y el de sus cuerpos era la desaparición: eran arrojados al mar, a un río, a un arroyo o a un dique; o enterrados en lugares secretos, o quemados en un horno o en una pira de gomas de automóviles.
El dictador desacredita finalmente los dichos de tantos justificadores profesionales del accionar de la dictadura, y clarifica las verdaderas intenciones de los dictadores. Y la justificación de Videla es la siguiente:

"Tampoco podíamos fusilarlos. ¿Cómo íbamos a fusilar a toda esa gente? La justicia española había condenado a muerte a tres etarras, una decisión que Franco avaló a pesar de las protestas de buena parte del mundo: sólo pudo ejecutar al primero, y eso que era Franco. También estaba el resquemor mundial que había provocado la represión de Pinochet en Chile".
"No había otra solución; estábamos de acuerdo en que era el precio a pagar para ganar la guerra y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta. Había que eliminar a un conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la Justicia ni tampoco fusilarlas. El dilema era cómo hacerlo para que a la sociedad le pasara desapercibido. La solución fue sutil -la desaparición de personas-, que creaba una sensación ambigua en la gente: no estaban, no se sabía qué había pasado con ellos; yo los definí alguna vez como una 'entelequia'. Por eso, para no provocar protestas dentro y fuera del país, sobre la marcha se llegó a la decisión de que esa gente desapareciera; cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte."

Un caso especial era el de Mario Santucho, del E.R.P., dice Videla que "era una persona que generaba expectativas. La aparición de ese cuerpo iba a dar lugar a homenajes, a celebraciones. Era una figura que había que opacar".

El dictador ultra católico afirma que "por su preparación militar e ideológica, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) era más enemigo que Montoneros; era algo ajeno, otra cosa. Montoneros guardaba algo del nacionalismo, del catolicismo, del peronismo con el que había nacido".

Pero además Videla reconoce que la masacre no comenzó el 24 de marzo de 1976, sino antes, en plena democracia:
"Las desapariciones se dan luego de los decretos de Luder, que nos dan licencia para matar. Desde un punto de vista estrictamente militar, no necesitábamos el golpe; fue un error porque le quitó legitimidad democrática a la guerra contra la subversión".

Cae aquí otro mito de los golpistas y sus partidarios: el golpe no se produjo a causa del accionar de los grupos guerrilleros o para combatirlos en la llamada “guerra sucia”, justificada tantas veces como la única manera de derrotarlos. Y Videla apela al fin de esa represión para justificar el método atroz elegido:
"La libertad de acción derivó en grupos que se manejaron con demasiada autonomía. Había una finalidad, que era lograr la paz sin la que hoy no habría una república. Pero los medios fueron tremendos."

El verdadero objetivo del golpe fue (contrariamente a lo que por décadas afirmaron sus partidarios y exégetas) político y económico, no militar, según aclara el mismo Videla:
"Nuestro objetivo era disciplinar a una sociedad anarquizada; volverla a sus principios, a sus cauces naturales. Con respecto al peronismo, salir de una visión populista, demagógica, que impregnaba a vastos sectores; con relación a la economía, ir a una economía de mercado, liberal. Un nuevo modelo, un cambio bastante radical; a la sociedad había que disciplinarla para que fuera más eficiente. Queríamos también disciplinar al sindicalismo y al capitalismo prebendario”.

El dictador identifica aquí la ideología y las razones del golpe, y lo asocia al modelo socioeconómico y de país del Proceso, que resulta ser el mismo que implementó el menemismo (y que postula la derecha actual) y que es defendido por los medios hegemónicos. Esta verdad casi de perogrullo, sin embargo no era reconocida por quienes se ven ahora salpicados por las palabras del propio Videla.

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¿Pero, en ese entonces qué pensaba del golpe la clase empresaria nacional? Videla reconoce que “Los empresarios se lavaron las manos. Nos dijeron: ‘Hagan lo que tengan que hacer’, y luego nos dieron con todo. ¡Cuántas veces me dijeron: ‘Se quedaron cortos, tendrían que haber matado a mil, a diez mil más!” Era barato decir eso: ¡Mire el precio que tuve y que tuvimos que pagar! Y no me refiero sólo al precio objetivo de nuestra situación actual, de nuestra prisión actual, sino al precio subjetivo, a los planteos morales. Yo soy creyente, y esta situación me molesta. Confieso que tengo una molestia en el alma, que es cómo hacer para darle una solución a este problema."

"La verdad es que durante cinco años hice prácticamente todo lo que quise. Nadie me impidió gobernar, ni la Junta Militar ni ningún factor de poder"

Y Videla, para blanquear los procedimientos de la dictadura pero tratando de justificar un nuevo “punto final”, apela a la negación ante cualquier requerimiento de listas de víctimas y victimarios:
"Los detenidos eran alojados en lugares no comunes por razones de seguridad, que debían ser muy rigurosas, y además para tenerlos a mano para apretarlos cada vez que lo necesitáramos a cambio de nada o de algo. Son los mal llamados Centros Clandestinos de Detención, o los Lugares de Reunión de Detenidos, que era el término reglamentario."
"Siempre se nos ha preguntado por las listas de desaparecidos; eso ya no es una novedad, porque las listas son las conocidas; habrá que depurarlas de casos que no corresponden, pero las listas, de hecho, están. El problema es que a partir de ellas se nos lleva a un final que no tiene respuesta, al menos en la mayoría de los casos: la pregunta final, definitiva, es dónde están los restos de cada uno de los desaparecidos. No hay respuestas. Habrá casos en que sí hay respuestas, pero no en todos, por lo cual es preferible nada para no sembrar desconfianza a partir de contradicciones. Y no hay respuestas en todos los casos por la misma modalidad [de la represión]. Las respuestas dependen de muchas personas, algunas de las cuales ya están muertas."
“No hay listas con el destino final de los desaparecidos. Podría haber listas parciales, pero desprolijas”.
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