12 de junio de 2014

2015: ¿”Fin de ciclo K” o “Perón-kirchnerismo” sin fin…?

"La tercera es la vencida", finalmente llegó el día de la derrota final, ya no hay dudas… ¿De qué estamos hablando? Desde las conocidas usinas antikirchneristas (medios hegemónicos), opositoras desde hace años, y de las optimistas bocas de algunos políticos opositores se escucha que vivimos, ahora sí, el largamente anunciado “Fin de Ciclo K”. No habiendo ya ningún apellido Kirchner para ubicar en la fórmula presidencial del Frente para la Victoria, el pueblo se conformará con elegir un binomio opositor para que gobierne el próximo turno, sin importar el origen político-partidario que tenga.
Y ese mismo final de ciclo decantará, suponen, en un gobierno opuesto 180° a las prácticas e ideología del kirchnerismo gobernante.
Pero (desconfiado como siempre este Basurero ante los infalibles augurios políticos habituales de los medios) siguiendo las sabias palabras de mi abuela que decía: "El que se quemó con leche, ve a una vaca y llora", me atrevo a preguntar ¿es eso tan así? ¿No será que puede pasar lo mismo que advertíamos en Basurero Nacional en aquel 2011 en que se pronosticaba una segura derrota de la presidenta? Cuando afirmábamos que ese “sorpresivo triunfo” kirchnerista sólo existió para quienes habían sufrido La basura en el ojo de la "opinión pública"...
Pero no nos adelantemos a los hechos, repasemos los fríos números de la realidad política de esta década y analicemos si ellos justifican los optimistas anuncios de un nuevo “fin de ciclo” para el partido de gobierno.
Veamos algunos resúmenes de lo que se puede leer en los medios especializados sobre el tema:


La revancha de las PASO y el armado de alianzas.
Por Fabián Bosoer
Vamos hacia un escenario bipolar, pero falta definir sus contenidos y continentes.
La tendencia, habida cuenta de que ninguno de los probables candidatos está en condiciones de aspirar a una mayoría en primera vuelta, es a la configuración de una nueva bipolaridad entre las fuerzas que pretendan ganar las elecciones. Algunos dibujan un polo “republicano liberal” y otro “nacional-popular” o populista; otros, un campo peronista versus un campo no peronista; y otros, un peronismo de centroderecha compitiendo con un peronismo de centroizquierda con sus respectivas alianzas a uno y otro lado.
A su vez, la dinámica competitiva entre dos centros de gravitación puede definir una bipolaridad centrífuga, si se forman dos coaliciones confrontativas y discursos que busquen reforzar antagonismos, o una bipolaridad centrípeta, si estas dos coaliciones deciden competir por el centro con parecidos discursos, propuestas y campañas.


Prematuros.
Por Horacio Verbitsky
Los grandes diarios, las consultoras de opinión pública, los blogs políticos se desviven imaginando escenarios post kirchneristas. El oficialismo niega el cierre de la experiencia iniciada en 2003 y postula la prolongación del liderazgo de Cristina más allá de 2015. Una idea poco discutida es que por primera vez la presidencia se decidiría en una segunda vuelta.
Las especulaciones conceptuales y numéricas giran en torno de las posibilidades de Sergio Massa, Daniel Scioli, quien resulte portaestandarte del FAUNEN y Maurizio Macrì (se señala como principal incógnita si el alcalde porteño jugará solo o en alguno de aquellos agrupamientos, ya que con Massa tiene afinidad ideológica y con FAUNEN complementariedad territorial). Pero la experiencia de los 30 años de la democracia argentina induce a la cautela:

En junio de 1982 ni siquiera se preveía una elección presidencial, mientras se libraban las batallas decisivas de la guerra con Gran Bretaña. Incluso después de la apertura electoral nadie hubiera imaginado la candidatura de Raúl Alfonsín. Su victoria recién pudo entreverse dos semanas antes de las elecciones de octubre de 1983.

En junio de 1988 faltaba un mes para la designación del candidato justicialista en comicios internos y el abrumador favorito era el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Antonio Cafiero. Quien hubiera vaticinado entonces la presidencia de Carlos Menem hubiera recibido tantas pullas como el precandidato riojano por sus patillas extravagantes.

En junio de 1998 Fernando de la Rúa era precandidato radical, pero no el favorito para el año siguienteMenem aún creía posible la reelección y su partido tenía dos opciones con mayor atractivo popular que el avicultor de Villa Rosa: el gobernador bonaerense Eduardo Duhalde y el artista Ramón Ortega.

- Durante la crisis de diciembre de 2001ni siquiera Néstor Kirchner soñaba con enredarse en la banda presidencial y juguetear con el bastón de mando el 25 de mayo de 2003.

En junio de 2006 se daba por descontada la reelección de Kirchner. La primera mención a una candidatura de su esposa se produjo recién ese mes en esta página, como una posibilidad con la que recién comenzaba a fantasear Kirchner.

Es decir que salvo las reelecciones de Menem en 1995 y de CFK en 2011, ninguna de las fórmulas triunfantes había sido prevista un año y medio antes de asumir el mando. Esto alcanza para decir que cualquier pronóstico para 2015 es ocioso y prematuro.
Nota completa


El kirchnerismo y el mapa peronista.
Desafíos y dilemas camino a las elecciones presidenciales de 2015.
Por Ricardo Rouvier
Desde lo partidario, el peronismo es una federación de partidos provinciales, con una jefatura nacional que lo unifica y que resume en una sola mano: la dirección política y la dirección del Estado. En este punto, el kirchnerismo ha mantenido el congelamiento del PJ y ha generado una alternativa frentista como el FpV, que tampoco muestra dinamismo. También ha generado nuevas superestructuras de representación fuera de los partidos, privilegiando el trasvasamiento generacional, y en disputa, sin debate ideológico, con la vieja guardia peronista.
Por último, está el espacio social del pueblo o sociedad civil.
¿Cuál es la incidencia de las fuerzas políticas en el pueblo? ¿Cuánta voluntad popular hay debajo de lo nominado como pueblo en momentos fríos de la historia?
Aquí también el peronismo, históricamente, es el actor más importante, inclusive el único, sobre todo en los sectores populares, en que la dinámica política es protagonizada solamente por el internismo peronista. Desde hace mucho tiempo, la política ha perdido clivaje en el pueblo, pero el peronismo sigue siendo el menos débil.
Como vemos, los distintos espacios están atravesados por la impronta peronista, que es el termómetro principal de toda la política.
El carácter fuertemente pragmático que tuvo y tiene el peronismo explica esa afiliación al poder. Los dirigentes permanecen pero varían sus orientaciones y marcan cada etapa desde la centroderecha menemista (se recuerda el oxímoron: “Economía Popular de Mercado”) hasta la centroizquierda como es el kirchnerismo, con el agregado de algunas izquierdas. Cuando le ha tocado ser oposición, condiciona a los oficialismos, tiene capacidad de negociación y/o coacción.
El peronismo es una expresión siempre abierta a las bifurcaciones; y eso lo hace desde una cierta unicidad consensual dada por el persistente apoyo popular.
Hay algo inexorable que el kirchnerismo debe comprender y elaborar, no hay ningún candidato que pueda homologar a los fundadores. Sí, el protagonismo exclusivo de CFK establece el principal polo de poder para garantizar formas de continuidad o aminorar el desvío.
Considerando la última elección, el voto peronista estuvo dividido y esto genera esperanzas al no peronismo. Las dos alternativas más importantes con votos peronistas son: Daniel Scioli, que constituye el eje continuidad-diferenciación respecto del gobierno y que marcha por adentro; y la alternativa Sergio Massa, que es de clara diferenciación. En la actualidad, el gobernador bonaerense es lo más competitivo que puede ofrecer el peronismo kirchnerista. Por la otra, Massa expresa un neoperonismo; y la estrategia del diputado es mantener la doble afluencia: el voto peronista y no peronista. Pero hay un segmento peronista/kirchnerista creciente que quiere otro perfil distinto a Scioli, y promueve otros candidatos.
El menemismo fue finalmente un epifenómeno del peronismo, el kirchnerismo lucha por no serlo y por convertirse en el peronismo del siglo XXI.


¿Como en el 2003?
El “congestionado” camino a las presidenciales, el problema de los pronósticos tempranos y las continuidades en el sistema político argentino.
Por Luis Tonelli.
Siete candidatos por el oficialismo. Otros cuatro o cinco por FA-UNEN. Dos muy importantes (Mauricio Macri y Sergio Massa) que se presentan, por ahora, por su propia cuenta. Y quién sabe cuántos probarán suerte. El camino a las presidenciales de 2015 aparece sumamente congestionado.
La novedad la da, sin embargo, el Frente para la Victoria como fuerza política en el poder durante una década y de indudable ADN peronista. Pese al verticalismo tradicional, esta vez no hay “sabio dedo” para ungir al heredero.
Y si se trata de auscultar lo que la “gente” quiere, lo cierto es que el panorama se reduce en términos de posibilidades reales que tendrán los candidatos, pero no tanto como otras veces. Las PASO que aparecen como relevantes son, obviamente, las del Frente para la Victoria -y allí no hay nadie que le haga sombra a Daniel Scioli-; las de FA-UNEN, con candidatos como Hermes Binner, Ernesto Sanz, Julio Cobos; y las dos solitarias del PRO con Mauricio Macri, y por supuesto, la del Frente Renovador, con Sergio Massa. El tigrense picó en punta, pero se ha amesetado luego de un rápido ascenso acercándose al resto del lote de competidores.
O sea, y tal como es tradición en la Argentina, faltando poco más de un año para las presidenciales nadie puede pronosticar con algún viso de realismo quién será su ganador, o incluso quiénes serán los finalistas. Ni siquiera si va a ser necesaria la segunda vuelta, como ya están adelantando muchos.
Lo que sí llama tremendamente la atención es que el sistema político sigue, en términos de su sistema de partidos, tan descalabrado como en el 2003. En la primera vuelta de las presidenciales de ese año, Carlos Menem obtuvo 24,45%, Néstor Kirchner 22,24%, Ricardo López Murphy 16,37%, Adolfo Rodríguez Saá 14,11% y Elisa Carrió 14,05%.
Si le pegamos una ojeada a lo que dicen las encuestas hoy, los protagonistas cambian, pero los números no son muy diferentes entre los competidores: nadie de los que hace punta, Massa o Scioli, supera los 30 puntos de intención de voto. Los que los siguen, nadie supera los 20 puntos. Hay multipolaridad, y no bipolaridad competitiva: todos contra todos. Como en 2003, salvo en un detalle: en ese año se sabía que quien enfrentara a Menem en una segunda vuelta iba a recibir el voto mayoritario de los que estaban contra el riojano. Esta vez ni eso.
Más allá de si el Frente para la Victoria tiene chances electorales, después del desgaste de diez años de gobierno, la muerte de Néstor Kirchner y la imposibilidad de re-re-elección de Cristina Fernández, la decisión de la Presidenta por ahora es no pasarle la posta a nadie en especial.
Y a pesar de todo lo que se dice y se va a decir (…) convendría sólo por hipótesis -al no poder contar nadie con información fidedigna y concluyente- considerar que CFK va a querer seguir gravitando en la política argentina y, si puede, intentar volver en el 2019.
Si la chilena y muy cívica y republicana Michelle Bachelet lo hizo, ¿por qué no la velociraptor patagónico-platense? Máxime cuando Cristina Fernández mira desde lo alto el panorama desolado argentino y brilla sola en el firmamento político. No hay nadie en el oficialismo ni en la oposición que se le acerque ni por lejos en densidad y capacidad política. Y esto tienen que reconocerlo también los opositores.
Mientras tanto, un sistema de partidos que supo ser acusado de “bipartidista” en los 90 -tal el eslogan de campaña del Frepaso por esos tiempos- hoy sigue fragmentado y dominado por las candidaturas-personajes que son las que inclinan la bandeja de mercurio que arrastra a los políticos territoriales.
Todo el período de predominio kirchnerista puede entenderse no como uno de preeminencia de una fuerza política sino como una etapa de predominio político y electoral del Gobierno (o incluso de los gobiernos, provinciales y municipales). En un contexto de fragmentación, quien ostenta los recursos materiales y simbólicos que brinda el ocupar el Poder Ejecutivo da una ventaja comparativa decisiva. Cosa que demuestra la tasa de reelección gubernativa y el nivel de fragmentación de las fuerzas opositoras.
La recomposición del sistema de partidos sólo podrá darse cuando nadie que no tenga una trayectoria en una fuerza política institucionalizada pueda siquiera imaginar llegar a la Casa Rosada. Hoy, esto está bastante lejos de ser así, y quién sabe si volverá algún día a serlo nuevamente.


Juegos de hegemonía política en la provincia de Buenos Aires.
(Columna de María Esperanza Casullo y Santiago A. Rodríguez.)
El hecho político electoral más relevante del año pasado fue, sin duda, la victoria de Sergio Massa en “la provincia”. La pregunta es si esta victoria marcará el fin de una hegemonía y el inicio de otra en la provincia de Buenos Aires. Hay ciertos paralelos entre la elección del 2013 y la del 2005, cuando el kirchnerismo venció al duhaldismo. Ciertamente, esta es la imagen que el massismo quiere presentar: la fuerza de lo nuevo y lo joven derrotando inapelablemente a un orden anquilosado. A su vez, antes el FPV había sido lo nuevo y joven derrotando a otra “vieja” hegemonía peronista provincial, encabezada curiosamente, por otro ex intendente.
¿Marca la victoria de Sergio Massa un cambio inexorable de hegemonía como lo marcó para el duhaldismo la elección de 2005? ¿Es la victoria de Sergio Massa una simple derrota para el FpV o marca el comienzo de un nuevo orden político en la PBA? Comparando los resultados electorales de esos dos momentos de presunto quiebre, vemos que la respuesta es “puede ser, y también lo opuesto”.

El cambio de una hegemonía.
En el 2005, Néstor y Cristina Kirchner tomaron una decisión que sorprendió a muchos: romper abiertamente con quien los había llevado al poder, Eduardo Duhalde, y enfrentarlo en lo que hasta ese momento había sido su bastión inexpugnable, la provincia de Buenos Aires. Este enfrentamiento puede sintetizarse en quienes representaron este duelo en las urnas, Hilda “Chiche” Duhalde y Cristina Fernández de Kirchner como candidatas a senadoras nacionales. La base de esta decisión (que muchos juzgaron suicida) estaba una certeza: un gobierno argentino viable no podía admitir el poder de veto de un liderazgo opositor en el Gran Buenos Aires, como el que Duhalde había tenido en los últimos años de Menem y durante el gobierno de Fernando De la Rúa.
En el 2005, el FpV derrotó a Duhalde por 25 puntos de diferencia, incluyendo una victoria en Lomas de Zamora, terruño del ex intendente y gobernador. El duhaldismo nunca pudo recuperarse y, a partir de esta elección, el kirchnerismo construyó una nueva hegemonía en la PBA.
Esto no significa que “la provincia”, un país dentro del país, haya votado siempre unánimemente por el kirchnerismo. De hecho, desde el 2005 hasta aquí la PBA le ha dado grandes victorias pero también grandes derrotas al Gobierno Nacional.
La primera conclusión, analizando estos datos, es que el kirchnerismo alternó victorias en la PBA con una derrota de medio término sin que esta última resultara en un cambio de hegemonía permanente. De Narváez se dio el gusto de ganarle una elección a diputados, nada más y nada menos, que a Néstor Kirchner sin que ello derivara en cambios de fondo en la provincia. A fin de ver si la victoria de Massa en 2013 tomará el camino de Cristina de Kirchner en 2005 o la de Francisco De Narváez en 2009, miremos algunos datos más detallados.
El primer dato es que la victoria de Massa en el 2013 fue inapelable y se extendió a todos los extremos de la provincia. Sin embargo, el margen obtenido fue de nueve puntos, menos de la mitad de la cifra por la que el FpV derrotó al PJ (denominación que usó el duhaldismo) en 2005. Asimismo, el FpV logró mantener algunos partidos clave en el suroeste del conurbano y en el corazón agrícola de la provincia. En su primer elección al frente de su armado, Massa no logró hacer que el FpV perforara su piso electoral, que fue igual al obtenido en el 2009 (32%).
Observando todo el territorio, vemos que, aunque no puede dudarse de la presencia del Frente Renovador, no se produjo (aún) la avalancha de intendentes que muchos presagiaban desde el FpV al massismo (lo que los medios llamaban “la garrocha”), y los que se sumaron, exceptuando Merlo, son de localidades chicas. Es difícil calcular con precisión cuántos intendentes son massistas, porque las marchas y contramarchas, así como los rumores periodísticos, abundan. Calculamos que el massismo cuenta hasta hoy con 22 intendentes propios, es decir, una cifra igual al de Frente Amplio UNEN.
Si Sergio Massa no logra sumar a su propuesta un número importante de intendentes del FpV, y dado que el oficialismo parece tener un capital asegurado de votos en torno al 30%, deberá necesariamente dirigirse a captar intendentes de las opciones no peronistas.


Por qué el FPV tiene un piso electoral del 33%?
Apuntes sobre el escenario electoral: hegemonía oficialista y fragmentación opositora.
Más allá de las operaciones cotidianas realizadas por y en los medios opositores destinadas a instalar candidatos afines a sus intereses ( no solo opositores) bajo el formato de encuestas electorales imaginariamente “objetivas”, lo cierto es que analizado el comportamiento electoral de la sociedad argentina a partir del despliegue del proyecto kirchnerista se observan en todas y cada una de las elecciones dos indicadores fuertes.
El oficialismo siempre ganó.
Nunca obtuvo menos del 33% de los votos más allá del tipo de elección, parlamentaria o ejecutiva.
Así las cosas, sin especulaciones (respetabilísimas desde ya) típicas de los opinólogos, tomando como referencia las últimas elecciones de octubre de 2013 y analizando la perspectiva histórica del comportamiento electoral en la última década, se puede concluir que el FPV tiene un piso electoral de 33% de votos nacionales y que, en sentido contrario, las opciones opositoras se manifiestan fuertemente fragmentadas.
A tal punto llega la extensión del archipiélago opositor que en las dos últimas elecciones nacionales, ejecutivas de 2011 y parlamentarias de 2013, la segunda fuerza se constituyó en segunda minoría con apenas el 17% de los votos, en 2001 fue el FAP y en 2013 el FR por el peso de su triunfo bonaerense se colocó segundo en números de votos.
Nunca antes en la historia nacional, una segunda fuerza se constituyó como tal con apenas el 17% de los votos, aún en setiembre de 1973 cuando Juan Perón obtuviera el 61,8% de los votos, la fórmula Balbín- de la Rúa logró el 24,4% de los sufragios.
Es esta entonces la actual arquitectura electoral nacional: Fuerte predominio del oficialismo con un piso electoral de 33% de votos nacionales y fragmentación opositora creciente donde ninguna de sus alternativas accede al 20% de votos nacionales. Peor aún cada liderazgo emergente en la oposición resulta equivalente a los ya existentes, ninguno prepondera sobre el resto y compite con los ya instalados, fagocitándose el mismo electorado.
Tal el caso de Mauricio Macri y Sergio Massa y eventualmente los liderazgos de UNEN que podrían recaer en la figura de Julio Cobos o incluso Hermes Binner (…) cuya complementariedad con el electorado que acompaña al PRO fue muy notorio en las elecciones del año 2011 donde el FAP aspiró votos de (digamos así en beneficio del espacio breve)  "centro derecha",  en distritos emblemáticos como Córdoba y la Ciudad de Buenos Aires.
El único interrogante abierto hoy es si el FPV logra perforar su piso del 33% de votos y acceder al 40% de cara al año 2015 y obtener entonces un triunfo en primera vuelta, en la certeza que ninguna alternativa opositora se ubicará a menos de 10 puntos dado su nivel creciente de fractura.
Para que esto suceda son claves dos elementos:
1) La gestión del oficialismo en el tramo 2014-2015, sosteniendo básicamente niveles de empleo y consumo , como lo viene realizando desde el año 2003.
2) Si el indicador anterior se satisface, el respaldo al candidato e involucramiento de Cristina Kirchner en la campaña electoral para la renovación presidencial.
Luego las propias virtudes del candidato que deberá primero representar de manera cabal al 33% de los votantes kirchneristas que constituyen el piso electoral de la fuerza. Es esta una condición central del candidato oficialista: Ser plenamente kirchnerista sin rodeos ni medias tintas para apropiarse del enorme activo que supone poseer uno de cada tres votos nacionales como piso electoral.




Luego de leer estos análisis, este humilde servidor público se atreve a aconsejar a quienes suelen seguir entusiastas este tipo de augurios políticos o mediáticos –regularmente ligeros y sin explícitos fundamentos numéricos que los respalden- que esperen unos meses para sacar conclusiones. No sea cosa que quien se ha quemado con leche se ría de una vaca peron-kirchnerista que desfila delante de él e intente tomar nuevamente leche hirviendo…


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