20 de agosto de 2012

José Francisco de San Martín y Matorras, ese desconocido...

Nada más útil para una historiografía elitista y conservadora que elevar a los próceres a un cielo inalcansable para la gente de a pié, quitar todo rastro mundano o popular de ellos, manipular los datos subrayando los afines a su ideología y ocultar los que la desafían. Pero para eso está este humilde servidor público, para difundir a quienes luchan contra el discurso único, contra las falsas "verdades reveladas". Por eso, arremetemos hoy contra algunos mitos relacionados con el Gran Capitán. Veamos qué dicen sobre el tema los que saben:




Quién fue José de San Martín y qué contó de él la historia oficial.

Generación tras generación se ha contado una historia tergiversada basada en los conceptos del mitrismo que eligió presentarlo a la posteridad como un héroe digno de estar al lado de Rivadavia y de otros próceres unitarios.
La Historia oficial nos enseñó que era el Padre de la Patria. Nos contó que nació en Yapeyú –aunque no nos dijo que hablase, además de castellano, el guaraní, propio de esa zona– que después estuvo dos años en Buenos Aires y al cumplir los seis, se fue con su familia a España. Mitre poco nos dijo sobre su estadía allí, salvo que a los once años ingresó al ejército español como cadete en Murcia, y menos aun nos relató datos fundamentales para conocerlo: dónde y qué estudió, si bailó y tuvo novia, si corrió peligros en muchas batallas, si lo deslumbró la Revolución Francesa de 1789 o la insurrección popular en la península ante la invasión napoleónica, en mayo de 1808.
Habiendo aprendido a leer, a sumar y restar, a conocer de la geografía y la historia españolas, impregnado de esa cultura, habiendo combatido largamente bajo la bandera española, acostumbrado a repetir refranes o giros lingüísticos hispanos, ¡venir a dar su vida peleándole al ejército del cual había formado parte tantos años!
Él quería, según Mitre, liberar a los países de América del "yugo español" –al cual había defendido 22 años– y que cada uno se declarara país independiente, aunque no explica por qué razón se fue a pelear a Chile –en vez de defender a Buenos Aires acosada por los montoneros artiguistas– y después se hizo protector del Perú, como si fuera un apátrida, un aventurero o peor aun, un mercenario, pero sí nos señaló que hubiera hecho más proezas si no se hubiese cruzado en su camino un tal Bolívar que le quitó la gloria de dar el golpe final al ejército español en el Perú, maniobra de la cual fue víctima, dada su generosidad, que debe llevarlo a la condición de "Santo de la Espada" (según Ricardo Rojas) y no de ambicioso expansionista que quería unir a Hispanoamérica como aquel venezolano "pícaro y mujeriego".
Esta leyenda sobre San Martín fue repetida generación tras generación,
Formado en España, en lo cultural, como hombre y como político, y fuertemente influido por lo que él llamaba "El Evangelio de los Derechos del Hombre", es decir, la Revolución Francesa, San Martín era americano por nacimiento, pero muy hispano (por batallas, amores, estudios, en fin, sentimiento y pensamiento), un indohispano diríamos, un liberal revolucionario como los de las Juntas Populares de 1808 en España, como eran también los de las juntas populares liberales de América surgidas entre 1809 y 1811 (que ahora se sabe que no eran antiespañolas ni separatistas como pretendía Mitre, sino, como sostuvo Alberdi, constituían un amplio movimiento democrático de España y de América contra el absolutismo monárquico). San Martín regresó, pues, en 1812, no por soborno alguno (fue enemigo a muerte de Rivadavia que era la expresión de los ingleses), tampoco por "un llamado de las fuerzas telúricas" como se ha sostenido ingenuamente, ni tampoco en el caso de haber sido hijo de Rosa Guarú (pues junto con él asumieron las banderas democráticas de Mayo muchos españoles de nacimiento, como Larrea, Matheu, Álvarez Jonte, Arenales, Blas Parera y tantos otros), así como hubo americanos de nacimiento que sirvieron a los ejércitos contrarrevolucionarios del absolutismo (como Pío Tristán, Goyeneche, Michelena, Olañeta y tantos otros). Pero Mitre quiso, por sobre todo, mostrar una Revolución de Mayo antiespañola, separatista, por el comercio libre (y por tanto pro inglesa) y de ahí sus discípulos sacaron que San Martín (siendo como Moreno defensor del indio, expropiador, revolucionario) fuera el antecedente de Rivadavia, proclamado por Mitre "el más grande hombre civil de los argentinos" (por ser elitista, pro británico y antilatinoamericano). Y entonces los alumnos se confunden: no entienden a San Martín (quien admiraba a Bolívar y tenía en Europa tres retratos suyos, uno delante de su propia cama) metido en una revolución para remplazar un virrey por una Junta Popular, permaneciendo la región adherida a España hasta 1814 en que se hunde la revolución democrática española y entonces sí resulta necesaria la independencia de 1816, por la que San Martín bregó para no someterse a la monarquía (ahora se sabe que hasta 1814 flameó la bandera española en el Fuerte de Buenos Aires).
Pero en esta época en que queremos ser nosotros mismos, no sumisos a la reina de Inglaterra ni al FMI de los yanquis, es preciso tener en claro quién era San Martín: era, junto a Bolívar, no sólo el Padre de nuestra Patria sino un Libertador que quería la América Latina que estamos gestando hoy con la Unasur, la CELAC, etc., y por eso, hay que decir bien alto que la OEA se ha muerto, enterrada en la misma fosa del mitrismo y de todos aquellos historiadores –sean liberales, "modernos" o revisionistas– que no se atreven a decir quién es el verdadero San Martín: nacional, en tanto le legó su espada a Rosas por defender la soberanía y fue enemigo de Rivadavia expresión del imperio inglés; latinoamericano, en tanto luchó por la liberación y unificación de varios países, admiró a Bolívar y respetó a los pueblos originarios a quienes llamaba "nuestros paisanos, los indios"; popular en tanto escribió "odio todo lo que es lujo y aristocracia"; intervencionista en economía (como lo demostró en Perú) y hasta expropiador (como lo demostró en Cuyo).
Nota completa de Norberto Galasso



“El Cruce no fue la obra de un semidiós, sino de un colectivo social.”
El historiador misionero Pablo Camogli, acaba de publicar su último libro titulado Nueva historia del Cruce de Los Andes (Aguilar). Una investigación original a través del estudio de más de 1000 documentos que se centró en este episodio de la vida del prócer acercando la lupa hasta al detalle que se pregunta cuántos kilos podía cargar en su lomo una mula en su travesía.
–¿Cuál fue el trasfondo político del Cruce de Los Andes?
–No se iba a Chile sólo a derrotar a un enemigo militar, sino a transformar la sociedad a partir de una serie de principios ideológicos de claro corte revolucionario. Se necesitó para esto desarrollar en Cuyo una específica política.
En lo político, un estricto control social sobre toda la población, tendiente a someter a los posibles opositores. En lo social, se procuró avanzar en las transformaciones revolucionarias al solicitar la liberación de los esclavos y su incorporación en igualdad de condiciones con los blancos, algo que no se pudo materializar debido al repudio de la élite local. En lo económico, se registra la presencia de una fuerte intervención estatal en el marco de una economía de guerra. Se recurrió a ampliar la frontera productiva, desarrollar una protoindustria y aplicar una política de exacciones que generó numerosos conflictos con la élite.
–Un frente de batalla de cientos de kilómetros de largo.
–Sí, este era un tema central, ya que San Martín recurrió a lo que denominó un enmascaramiento de sus movimientos. El objetivo era hacerle creer al enemigo que avanzaría por un camino distinto al que realmente utilizó. Esto dio resultado entre las seis columnas en que se dividió el ejército, había 800 kilómetros de distancia. Logró su éxito con una exactitud matemática.
–¿Cuánto costó el Cruce?
–El costo total habría rondado los 2 millones de pesos de la época, aunque es muy complejo poder establecerlo con exactitud. Ese monto equivale a los ingresos totales de la provincia de Buenos Aires en un año, durante la década de 1820, cuando la economía ya se había estabilizado y se encontraba abierto el comercio libre con Gran Bretaña.

Un litro de vino per cápita.
"El historiador Pablo Lacoste escribió: ‘Recordemos que San Martín ya había tenido la experiencia de atravesar una cordillera con un ejército: atravesó los Pirineos a las órdenes del general Ricardos, durante la guerra entre España y Francia, a fines del siglo XVIII. Allí tomó conocimiento de la realidad con la cual se encuentran las tropas en circunstancias de alta exigencia física, y los recursos posibles para mitigar el impacto. Sobre la base de estas experiencias y de su conocimiento y apreciación de los vinos, San Martín ordenó incluir esta bebida entre sus soldados. En efecto, su plan de abastecimiento para los 5200 hombres que integraban la expedición incluía una ración diaria de un litro de vino per cápita. Para asegurar este abastecimiento dentro de las provisiones que se desplazaron junto al ejército, se incluyeron 113 mulas de carga para llevar exclusivamente el vino’.

Reportaje completo a Pablo Camogli



Hoy, en una sociedad regida por las imágenes, hablemos sobre la el verdadero rostro del Libertador:


La foto del Libertador.
Los últimos años del Libertador coincidieron con el desarrollo de daguerrotipo, es decir, de la fotografía en su forma más primitiva. Fue Mercedes Tomasa, la hija de San Martín, quien con mucho esfuerzo logró convencer a su padre para que posara ante la cámara.
http://es.wikipedia.org/wiki/Daguerrotipo
La sesión fotográfica tuvo lugar en 1848. San Martín tenía setenta años y poca paciencia. Por suerte, el tiempo de exposición se había reducido en forma considerable. Don José tuvo que mantenerse quieto durante 40 segundos. Es muy probable que haya sido aferrado a la silla, como solía hacerse con todos los modelos para que la foto no saliera movida. La operación se repitió, ya que se hicieron dos tomas.
La diferencia entre ambas imágenes se percibe en la posición del brazo derecho. Mientras en uno de los daguerrotipos tiene su brazo dentro del abrigo llamado levita, en la segunda lo colocó en el apoya-brazo de la silla. Es necesario aclarar que el daguerrotipo captaba la imagen como si el modelo estuviera viéndose frente a un espejo.
Los últimos años del Libertador coincidieron con el desarrollo de daguerrotipo, es decir, de la fotografía en su forma más primitiva. Fue Mercedes Tomasa, la hija de San Martín, quien con mucho esfuerzo logró convencer a su padre para que posara ante la cámara.
La sesión fotográfica tuvo lugar en 1848. San Martín tenía setenta años y poca paciencia. Por suerte, el tiempo de exposición se había reducido en forma considerable. Don José tuvo que mantenerse quieto durante 40 segundos. Es muy probable que haya sido aferrado a la silla, como solía hacerse con todos los modelos para que la foto no saliera movida. La operación se repitió, ya que se hicieron dos tomas.
La diferencia entre ambas imágenes se percibe en la posición del brazo derecho. Mientras en uno de los daguerrotipos tiene su brazo dentro del abrigo llamado levita, en la segunda lo colocó en el apoya-brazo de la silla. Es necesario aclarar que el daguerrotipo captaba la imagen como si el modelo estuviera viéndose frente a un espejo.
Estas son las únicas fotografías de San Martín existentes. La primera, con el brazo al estilo Napoleón (a quien admiraba), se conserva en el Museo Histórico Nacional, en Parque Lezama.
Sin dudas, la preferida de su hija fue la imagen con ambos brazos a los costados, ya que hizo copias para enviar a los amigos que le reclamaban un retrato de su padre. Gracias a esas copias, podemos conocer cómo se veía el Libertador en esa segunda fotografía, porque el daguerrotipo original se ha extraviado.

Nota completa


Deacuerdo a lo señalado, invirtamos horizontalmente la fotografía, anulando el "efecto espejo", para conocer al vedadero rostro de San Martín.




El falso y más difundido San Martín anciano.




El verdadero San Martín anciano.



Pasemos ahora al polémico tema de los verdaderos padres de San Martín:


Filiación polémica.

En 2000, el escritor José Ignacio García Hamilton en su libro Don José expone una versión controvertida acerca de un origen mestizo de San Martín. En toda su vida surgieron anécdotas sobre la piel morena del prócer.

La versión de mestizo se basó en otra del historiador argentino Hugo Chumbita, en donde el general sería hijo del español Diego de Alvear (padre de Carlos María de Alvear) y de una joven guaraní llamada Rosa Guarú. Según Chumbita, Alvear habría entregado a José al matrimonio formado por Juan de San Martín y Gregoria Matorras, quienes lo bautizaron dándole su apellido. Para estas afirmaciones Chumbita se basó en un libro de memorias de María Joaquina de Alvear y Sáenz de Quintanilla (1823-1889), hija de Carlos de Alvear, quien en sus escritos refiere el hecho como tradición familiar, declarando, literalmente; "Soy sobrina carnal, por ser hijo natural de mi abuelo el señor don Diego de Alvear Ponce de León, habido en una indígena correntina, del general José de San Martín...que más tarde selló la libertad hispanoamericana... ”.
Juan Bautista Alberdi, que trató personalmente con San Martín en 1843, sostuvo que la frecuente descripción como «indio» no se compadecía con su verdadera apariencia física.
El tema ha sido declarado de interés por la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, según resolución del 4 de octubre de 2006.
Nota completa


Como un pequeño aporte, este humilde servidor público invita a observar el verdadero rostro fotografiado del Libertador (con notables rasgos indoamericanos) y compararlo con los blancos y españolísimos rasgos de los padres "oficiales" y el de los supuestos padre y medio hermano (según afirma Chumbita), lo que sugiere la influencia nativa americana en los genes de don José.




José F. de San Martín










Juan de San Martín y su esposa Gregoria Matorras












Diego de Alvear Ponce de León y su hijo Carlos María de Alvear.


Repasemos, por último, brevemente su pensamiento político y sus últimos días en Francia:


Ultimos días de un notable exiliado.

Hacía tiempo que los gobiernos de Argentina, Chile y Perú no le pagaban puntualmente sus pensiones. Así describía San Martín su vida en Francia: "Paso, en la opinión de estas gentes, por un verdadero cuáquero; no veo ni trato a persona viviente; ocupo mis mañanas en la cultura de un pequeño jardín y en mi pequeño taller de carpintería; por la tarde salgo a paseo, y en las noches, en la lectura de algunos libros y papeles públicos; he aquí mi vida. Usted dirá que soy feliz; sí, mi amigo, verdaderamente lo soy. A pesar de esto ¿creerá usted si le aseguro que mi alma encuentra un vacío que existe en la misma felicidad? Y, ¿sabe usted cuál es? El no estar en Mendoza. Prefiero la vida que hacía en mi chacra a todas las ventajas que presenta la culta Europa".

El general seguía leyendo a Rousseau y a Voltaire, de quien prefería su "Enciclopedia filosófica" que había recomprado tras la donación de todos sus libros a la Biblioteca de Lima, aquella que tuvo el gusto de fundar estampando su famosa frase: "Los días de estreno de los establecimientos de ilustración, son tan luctuosos para los tiranos como plausibles a los amantes de la libertad". Cada tanto, repasaba la carta que le había escrito al oriental Fructuoso Rivera, en la que respondía la pregunta que muchos argentinos de ayer y de hoy se hacían y se hacen: por qué no volvió el Libertador a la Argentina.

Es necesario recordar que el general volvió a prestar sus servicios al país en las postrimerías de la guerra con el Brasil, pero al llegar se encontró con el dramático fusilamiento de su apreciado Dorrego a manos de Lavalle, dos oficiales del Ejército Libertador. Fue entonces cuando escribió aquella memorable carta: "Dos son las principales causas que me han decidido a privarme del consuelo de por ahora estar en mi patria: la primera, no mandar; la segunda, la convicción de no poder habitar mi país, como particular, en tiempos de convulsión, sin mezclarme en divisiones [...] Firme e inalterable en mi resolución de no mandar jamás. Si éste cree, algún día, que como soldado le puedo ser útil en una guerra extranjera (nunca contra mis compatriotas), yo le serviré con la lealtad que siempre lo he hecho"
El apoyo de San Martín a Rosas en su política exterior no lo convertía en rosista, como lo demuestra la carta a su amigo Gregorio Gómez: "Tú conoces mis sentimientos y por consiguiente yo no puedo aprobar la conducta del general Rosas cuando veo una persecución general contra los hombres más honrados de nuestro país; por otra parte el asesinato del doctor Maza me convence que el gobierno de Buenos Aires no se apoya sino en la violencia. A pesar de esto, yo no aprobaré jamás el que ningún hijo del país se una a una nación extranjera para humillar a su patria".

El general era sobre todo un patriota y se refería en el último párrafo de su carta, sin demasiados eufemismos, a "los hijos del país" como Florencio Varela y Juan Lavalle que aprobaban desde Montevideo la invasión francesa contra nuestro país para terminar con el gobierno de Rosas.
Nota completa



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