4 de mayo de 2012

Videla demolió el muro de imposturas de los defensores de la dictadura y le da la razón a Rodolfo Walsh.

El dictador desmintió desde prisión los argumentos de los defensores y justificadores de la última dictadura.
En estos días surgió de las sombras del pasado la escalofriante voz del emblemático dictador argentino, quien siempre se había negado a hablar, y aunque en su confesión pagana se escucharon pocas cosas novedosas, varias datos adquirieron valor de verdad histórica por provenir de la boca del principal protagonista de la más sangrienta dictadura que haya sufrido nuestro pueblo, y corroboran lo que la justicia ya había probado.
Aunque sus palabras vieron la luz a través de condescendientes entrevistas en su prisión de Campo de Mayo, sirven para analizar los hechos de esos años, las verdaderas razones del golpe y da por tierra con los intentos de sus acólitos por justificar, explicar o atenuar los frutos de esa sangrienta dictadura con perspicaces teorías sobre sus causas y propósitos.
La razón de la repentina locuacidad de Videla, luego de tantos años de silencio, es su desazón ante la voluntad popular de continuar con las políticas de derechos humanos del gobierno de Cristina Fernández y la derrota de la propuesta del ex presidente Eduardo Duhalde de una nueva amnistía. Pero el dictador aclara que “no estoy arrepentido de nada y duermo muy tranquilo todas las noches, tengo sí un peso en el alma y me gustaría hacer una contribución para asumir mi responsabilidad de una manera tal que sirva para que la sociedad entienda lo que pasó y para aliviar la situación de militares que tenían menos graduación que yo".
A continuación examinemos algunos párrafos provenientes de esa "confesión pública" de Videla.

La conducta de la dictadura obedecía a un plan detallado y consensuado entre las tres fuerzas antes del golpe, que incluso preveía el destino a darle a los detenidos-desaparecidos “irrecuperables” que se iban a generar, de cuyos cuerpos ya habían decidido su “disposición final”, Videla explica el término:
La frase ‘Solución Final’ nunca se usó. ‘Disposición Final’ fue una frase más utilizada; son dos palabras muy militares y significan sacar de servicio una cosa por inservible. Cuando, por ejemplo, se habla de una ropa que ya no se usa o no sirve porque está gastada, pasa a Disposición Final” (…) que “ya no tiene vida útil".
Pongamos que eran siete mil u ocho mil las personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión" (…) pero "que no fuera evidente, para que la sociedad no se diera cuenta ni pueda provocar protestas dentro y fuera del país".

Es decir, la intención de la dictadura no era utilizar la ley, la legalidad para juzgar a los sospechosos de crímenes, ni apelar a la Justicia para conocer la verdad, sino la encarcelación o eliminación de ellos (los sospechosos o los opositores políticos) mediante métodos cruentos y clandestinos. Los detenidos no tenían derechos, y el destino de los considerados culpables por los mismos que los secuestraban (pero sin juicio previo) era la muerte, y el de sus cuerpos era la desaparición: eran arrojados al mar, a un río, a un arroyo o a un dique; o enterrados en lugares secretos, o quemados en un horno o en una pira de gomas de automóviles.
El dictador desacredita finalmente los dichos de tantos justificadores profesionales del accionar de la dictadura, y clarifica las verdaderas intenciones de los dictadores. Y la justificación de Videla es la siguiente:

"Tampoco podíamos fusilarlos. ¿Cómo íbamos a fusilar a toda esa gente? La justicia española había condenado a muerte a tres etarras, una decisión que Franco avaló a pesar de las protestas de buena parte del mundo: sólo pudo ejecutar al primero, y eso que era Franco. También estaba el resquemor mundial que había provocado la represión de Pinochet en Chile".
"No había otra solución; estábamos de acuerdo en que era el precio a pagar para ganar la guerra y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta. Había que eliminar a un conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la Justicia ni tampoco fusilarlas. El dilema era cómo hacerlo para que a la sociedad le pasara desapercibido. La solución fue sutil -la desaparición de personas-, que creaba una sensación ambigua en la gente: no estaban, no se sabía qué había pasado con ellos; yo los definí alguna vez como una 'entelequia'. Por eso, para no provocar protestas dentro y fuera del país, sobre la marcha se llegó a la decisión de que esa gente desapareciera; cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte."

Un caso especial era el de Mario Santucho, del E.R.P., dice Videla que "era una persona que generaba expectativas. La aparición de ese cuerpo iba a dar lugar a homenajes, a celebraciones. Era una figura que había que opacar".

El dictador ultra católico afirma que "por su preparación militar e ideológica, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) era más enemigo que Montoneros; era algo ajeno, otra cosa. Montoneros guardaba algo del nacionalismo, del catolicismo, del peronismo con el que había nacido".

Pero además Videla reconoce que la masacre no comenzó el 24 de marzo de 1976, sino antes, en plena democracia:
"Las desapariciones se dan luego de los decretos de Luder, que nos dan licencia para matar. Desde un punto de vista estrictamente militar, no necesitábamos el golpe; fue un error porque le quitó legitimidad democrática a la guerra contra la subversión".

Cae aquí otro mito de los golpistas y sus partidarios: el golpe no se produjo a causa del accionar de los grupos guerrilleros o para combatirlos en la llamada “guerra sucia”, justificada tantas veces como la única manera de derrotarlos. Y Videla apela al fin de esa represión para justificar el método atroz elegido:
"La libertad de acción derivó en grupos que se manejaron con demasiada autonomía. Había una finalidad, que era lograr la paz sin la que hoy no habría una república. Pero los medios fueron tremendos."

El verdadero objetivo del golpe fue (contrariamente a lo que por décadas afirmaron sus partidarios y exégetas) político y económico, no militar, según aclara el mismo Videla:
"Nuestro objetivo era disciplinar a una sociedad anarquizada; volverla a sus principios, a sus cauces naturales. Con respecto al peronismo, salir de una visión populista, demagógica, que impregnaba a vastos sectores; con relación a la economía, ir a una economía de mercado, liberal. Un nuevo modelo, un cambio bastante radical; a la sociedad había que disciplinarla para que fuera más eficiente. Queríamos también disciplinar al sindicalismo y al capitalismo prebendario”.

El dictador convalida así tantos artículos, libros, tesis y afirmaciones de tantos estudiosos y políticos que dijeron lo mismo durante años y que fueron vapuleados, desmentidos y ninguneados por algunos políticos y periodistas derechosos que todos conocemos.

El dictador identifica aquí la ideología y las razones del golpe, y lo asocia al modelo socioeconómico y de país del Proceso, que resulta ser el mismo que implementó el menemismo (y que postula la derecha actual) y que es defendido por los medios hegemónicos. Esta verdad casi de perogrullo, sin embargo no era reconocida por quienes se ven ahora salpicados por las palabras del propio Videla.

¿Pero, en ese entonces qué pensaba del golpe la clase empresaria nacional? Videla reconoce que “Los empresarios se lavaron las manos. Nos dijeron: ‘Hagan lo que tengan que hacer’, y luego nos dieron con todo. ¡Cuántas veces me dijeron: ‘Se quedaron cortos, tendrían que haber matado a mil, a diez mil más!” Era barato decir eso: ¡Mire el precio que tuve y que tuvimos que pagar! Y no me refiero sólo al precio objetivo de nuestra situación actual, de nuestra prisión actual, sino al precio subjetivo, a los planteos morales. Yo soy creyente, y esta situación me molesta. Confieso que tengo una molestia en el alma, que es cómo hacer para darle una solución a este problema."

No demanda mucho esfuerzo averiguar de quiénes está hablando Videla, con sólo leer a quienes afirmaron siempre lo mismo desde la academia o desde los medios, alcanza. Sin embargo, el dictador asegura que ninguna corporación le puso palos en la rueda ni lo presionó durante su mandato, contrariamente a lo que podrían decir algunos presidentes de la democracia:
"La verdad es que durante cinco años hice prácticamente todo lo que quise. Nadie me impidió gobernar, ni la Junta Militar ni ningún factor de poder"


Videla también reconoce (contrariamente a los defensores del golpe y del olvido) que el pasado está vivo en este presente:
"El tema de los desaparecidos es 'el' tema presente, actual, que nos pesa como resabio de la guerra contra la subversión; el tema que ha quedado como herencia de esa guerra y el tema que compromete el futuro de la Argentina. Quiero decir: no hay futuro si no hay concordia, y no hay concordia si no se "blanquean" los hechos ocurridos; asuntos que hieren y que justifican los reclamos, válidos muchos de ellos aunque también hay especulación política sobre ellos".


Y Videla, para blanquear los procedimientos de la dictadura pero tratando de justificar un nuevo “punto final”, apela a la negación ante cualquier requerimiento de listas de víctimas y victimarios:
"Los detenidos eran alojados en lugares no comunes por razones de seguridad, que debían ser muy rigurosas, y además para tenerlos a mano para apretarlos cada vez que lo necesitáramos a cambio de nada o de algo. Son los mal llamados Centros Clandestinos de Detención, o los Lugares de Reunión de Detenidos, que era el término reglamentario."
"Siempre se nos ha preguntado por las listas de desaparecidos; eso ya no es una novedad, porque las listas son las conocidas; habrá que depurarlas de casos que no corresponden, pero las listas, de hecho, están. El problema es que a partir de ellas se nos lleva a un final que no tiene respuesta, al menos en la mayoría de los casos: la pregunta final, definitiva, es dónde están los restos de cada uno de los desaparecidos. No hay respuestas. Habrá casos en que sí hay respuestas, pero no en todos, por lo cual es preferible nada para no sembrar desconfianza a partir de contradicciones. Y no hay respuestas en todos los casos por la misma modalidad [de la represión]. Las respuestas dependen de muchas personas, algunas de las cuales ya están muertas."
“No hay listas con el destino final de los desaparecidos. Podría haber listas parciales, pero desprolijas
”.


Estos dichos del dictador quizás no hayan sido debidamente difundidos, contextualizados y reunidos, lo que hace este humilde Basurero aquí, y esto resalta la caída del muro de olvido programado y de encubrimiento justificador de las verdaderas razones del golpe cívico-militar de 1976. Todos las construcciones ideológicas y seudo históricas, académicas, periodísticas o políticas levantadas para ocultar la verdad histórica han sido derribadas por estas revelaciones (aunque incompletas y poco novedosas) provenientes de una fuente autorizada, e irreprochable políticamente para quienes saturaron todos estos años con negaciones o justificaciones y explicaciones de los métodos atroces ejercidos por la dictadura. Ya nadie puede negar que los desaparecidos en realidad han sido asesinados, que se hizo dentro de un plan premeditado diseñado por la Junta militar con el fin político de imponer contra la voluntad popular un modelo económico y social contrario al interés del pueblo, el que fue apoyado por los empresarios nacionales (que además le reprocharon que debían haber matado más gente todavía) y que luego al llegar la democracia los abandonaron. Lo que resta saber es quienes fueron los asesinos y qué se hizo con cada cuerpo, aunque esa tarea parece recaer sólo en la Justicia.

A modo de breve análisis de la oportunidad de la “confesión” del dictador Videla, este humilde servidor público acerca un breve resumen de un interesante y esclarecedor reportaje a la socióloga Valentina Salvi, estudiosa del discurso de los dictadores. Leamos lo que nos dice:

“Dice lo que ya no puede ser negado.
¿Es posible hablar de una confesión cuando alguien que está condenado por asesinato no puede reconocerse en el lugar del asesino?
Videla habla para responder a una condena social, distinta de los ’90 y muy distinta de los ’80 cuando sólo habló de “excesos”. “En los ’80 –dice Salvi–, la generación de Videla tenía un discurso triunfalista y negacionista: ‘Los desaparecidos están en Europa o murieron en enfrentamientos’, decían. Pero eso no tiene ya sentido social, no resulta verosímil, no pueden seguir sosteniéndolo: para decir algo verosímil, para que alguien los escuche, deben decir lo que dicen ahora.”

–Si uno piensa en las declaraciones públicas, habría que pensar cómo llamarlas. Me parece difícil llamar “confesión” a un relato en el que alguien que está condenado como responsable de actos aberrantes no se reconoce en ese lugar.

–Eso tiene que ver con otra cosa. Videla y su generación tienen una visión crítica sobre su propio accionar, pero en función de una interpretación de las “secuelas” de la “lucha contra la subversión”. Hacen una separación entre la “guerra” y la “política”: en la “guerra” –él lo dice–, ellos siguen diciendo que ganaron. Ahí no hay ninguna autocrítica: aniquilaron a la subversión. Las autocríticas tienen que ver con la secuelas “políticas”: son “las condenas sociales al Ejército”. Ese es el problema que tienen: que esa victoria militar que no cuestionan no implicó una victoria política, que era la reconciliación o que no hubiera cuestionamientos sociales.

–El problema es que Videla no había hablado. No pasó lo mismo con Massera, siempre en la perspectiva de ellos. Massera habló en el Juicio a las Juntas cuando hizo esa suerte de asunción de responsabilidades en un registro militar, hablándole a su tropa.

–Videla usó siempre esa palabra. En el sentido común de su lenguaje eso le permitía hablar de esa época frente a los otros no militares, a la sociedad. La “teoría de los excesos” le permitió poner en algún lugar lo que no tiene lugar: que es lo más aberrante.

En realidad habla de lo que ya no puede ser negado. En los ’80 tenían un discurso triunfalista y negacionista: “Los desaparecidos están en Europa, murieron en enfrentamientos o están en la clandestinidad”. Ese discurso no tiene ya sentido social, para poder decir algo verosímil, para que alguien los escuche, deben decir esto. En ese sentido, el negacionismo no continúa: Videla no niega la existencia de los desaparecidos. Lo que se puede decir es que acepta aunque no reconoce: reconocer implica una dimensión subjetiva; él habla en cambio en tercera persona, hay acciones que “sucedieron” y parecen hechas por otros.

Pero también habla de la desaparición como “enmascaramiento de una muerte”, cuando es el enmascaramiento de un asesinato,

–De las tres figuras Memoria, Verdad y Justicia, ahora la demanda de verdad parece más retrasada en relación con las otras dos. Y verdad es verdad: qué pasó, qué les hicieron, quién les hizo qué.


Y, como extraña paradoja histórica, el dictador Videla con sus declaraciones de estos últimos años corrobora, le da la razón -35 años después- a una de las víctimas más célebres de la masacre que se llevó a cabo bajo su gobierno: Rodolfo Walsh. Así es, porque eso es lo que se verifica si se compara lo que acabamos de citar y las siguientes palabras de Walsh en su póstuma carta a la junta militar fechada un día antes de que desaparezca. Leamos este breve resumen de su carta pública, escrita tan sólo al año siguiente del golpe, y comparemos:

Carta abierta de un periodista a la Junta Militar.
(…) los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades.
El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.
De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda un ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras.
Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.
La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga.
Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas.
Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S.Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.
(…) aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas. Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.
Rodolfo Walsh, Buenos Aires, 24 de marzo de 1977.


La carta completa se puede leer aquí en uno de los WikiPis Basureros.


Fuentes utilizadas:
Diario Perfil

Diario Página/12

Diario Página/12

Diario La Nación

Diario La Nación

Portal Infonews


Veamos ahora al mismo Videla en persona reconocer la muerte de miles de personas y el robo de bebes durante su gobierno dictatorial comenzado en 1976.




A modo de corroboración de los confesado por el mayor responsable de la dictadura más atroz que sufrió nuestro pueblo, este humilde servidor público ofrece a continuación unos interesantes y reveladores videos de algunos de los jerarcas de la última dictadura que corroboran y amplían detalles de lo confesado por Videla:



Veamos al mismo Massera hablando del tema:







Veamos ahora al dictador Videla declarando en uno de los juicios:







Repasemos ahora los dichos de otros jerarcas del "Proceso", en este caso Harguindeguy y Diaz Bessone en un documental de la televisión francesa sobre los métodos represivos de la dictadura:







Como complemento, veamos de qué se trataban los llamados "vuelos de la muerte", negados por tanto tiempo:




Y ahora, presenciemos la confesión de uno de los represores que participaron en ese método de "desaparición" de personas, el marino Scilingo:







Otro informe esclarecedor sobre el caso Scilingo:







Aquí, Basurero Nacional ofrece el informe detallado de la televisión francesa sobre el origen de la metodología utilizada por la gente de Videla y Massera para reprimir a sus conciudadanos, la llamada "Escuela Francesa":







A modo de recuerdo histórico, veamos un informe sobre el juicio a las juntas militares:




Y, finalmente, veamos un interesante reportaje del periodista Osvaldo Quiroga al autor del libro "Disposición Final", Ceferino Reato:

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