12 de marzo de 2012

Que veinte años no es nada... Hoy: La crisis causó 2 nuevas muertes + La masacre anunciada + Bebes que nacen desnutridos.

"La sangre vertida ayer en Avellaneda, y sin quitarle un gramo a la tragedia humana irremediable que supone, puede mirarse como parte de una ecuación política en la que hay ganadores y perdedores.
Está claro que los que pierden son quienes, en la sociedad y en la política, apuestan a una resolución incruenta del conflicto social y pretenden dar la ineludible pelea por el crecimiento y la equidad bajo normas de convivencia democrática."



Hace ya muchas décadas nos cantaba el Zorzal Criollo en "Volver":

Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada...
(...)
Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida.

("Volver", tango de Gardel y Lepera de 1935.)

Ante esta posibilidad cierta de que el pasado (cierto pasado oprobioso) vuelva a enfrentarse con nuestra vida, este humilde servidor público acude presuroso para refrescar hechos vividos en nuestro terruño durante estos últimos veinte años, y vacunar así a nuestro "sentido común" para que no vuelva a tropezarse con la misma piedra.
En este caso, repasemos unas interesantes notas del 27 de junio de 2002 relacionadas con los cruentos sucesos del Puente Pueyrredón y de Avellaneda de aquel año. Este breve recuerdo constituye una refrescada de memoria útil para todos nosotros, para afirmar nuestra memoria y nuestro conocimiento sobre los hechos y sus causas, porque las causas no suelen recordarse debidamente, más aún si las crónicas periodísticas del día siguiente difieren como veremos enseguida...
Veamos, entonces, los recuerdos del Basurero Nacional en el "Que veinte años no es nada..." de hoy:




"La crisis causó 2 nuevas muertes" (Trailer)




OTRA VEZ LA VIOLENCIA / ESCENARIO: ESTALLIDO A MEDIODIA
Escenas de violencia y muerte en Avellaneda, al borde del Riachuelo.
Policías y piqueteros se enfrentaron en el límite con la Capital, una zona que supo estar llena de fábricas. Qué es la agrupación Aníbal Verón, a la que pertenecían los muertos. Y la reacción legislativa. La Aníbal Verón, el sector de los piqueteros duros .

La muerte a balazos de Darío Santillán y Maximiliano Costequi fue una pérdida directa para la Coordinadora Aníbal Verón: formaban parte de sus filas de activistas, trabajadores y desocupados, que tiene base en Lanús, dos estaciones más allá de Avellaneda. El movimiento —que toma el nombre del piquetero muerto en Tartagal, Salta, en noviembre de 2000— inició sus protestas hace un año y medio; y se enrola en el sector piquetero más radicalizado.
Junto al Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD) que conduce Raúl Castells, la Coordinadora ha realizado movilizaciones y cortes de ruta, pero "tenemos diferencias", aclara Nicolás Lista, representante principal de la Aníbal Verón, "radical de toda la vida" y últimamente alineado con Quebracho.
Ayer, esas diferencias quedaron expuestas: una conferencia de prensa para anunciar la protesta de hoy reunió a todos los grupos que habían participado en los incidentes violentos, menos uno: la Coordinadora Aníbal Verón estaba a la misma hora hablando para la prensa en la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, cuya presidenta es Hebe de Bonafini.
La Coordinadora es dura para calificar a los integrantes más conciliadores de las filas de piqueteros: sostienen que "D''Elía es alcahuete del Gobierno"; son más condescendientes con la CTA, pero lamentan que sea "de decisión blanda".
Hay otros militantes de Quebracho, pero sostienen que "la Verón es una mezcla de cristianos y marxistas". Plantean la idea "de una lucha larga". Aunque Lista asegura que no piensan por ahora en organizar un partido: "El pueblo está podrido de políticos".
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OTRA VEZ LA VIOLENCIA / ANALISIS: EL ESCENARIO QUE SE ABRE CON LAS MUERTES DE AVELLANEDA
Una escalada de violencia que vuelve más frágil a la democracia.
El Gobierno enfrenta su momento más difícil, acechado por la economía, la crisis social y, ahora, también por la violencia que había logrado controlar.
La democracia argentina está hoy aún más débil que ayer.
No se trata de la fortaleza o debilidad de un gobierno, como el de Eduardo Duhalde, que nació frágil y transitorio; y cuyo mérito mayor, si llega a lograrlo, será crear las condiciones para que otro gobierno, legal y más legítimo, se haga cargo de la brasa ardiente que es el país y su crisis.
Es mucho más que eso: la amenaza que vuelve a ensombrecer a los argentinos, como en diciembre pasado, es la de una espiral de violencia sin control, un horizonte de sangre que sólo puede alumbrar una democracia más restringida o, todavía peor, una etapa de autoritarismo —tradicional o maquillado— que no recuperará la justicia perdida y que, además, recortará dramáticamente la libertad.
La sangre vertida ayer en Avellaneda, y sin quitarle un gramo a la tragedia humana irremediable que supone, puede mirarse como parte de una ecuación política en la que hay ganadores y perdedores.
Está claro que los que pierden son quienes, en la sociedad y en la política, apuestan a una resolución incruenta del conflicto social y pretenden dar la ineludible pelea por el crecimiento y la equidad bajo normas de convivencia democrática.
Pero, ¿quiénes ganan con las muertes de Darío Santillán y Maximiliano Costequi?
Los que, desde adentro y sobre todo desde afuera del Gobierno, reclaman mano dura como única receta frente al reclamo social.
Los que apuestan al caos para imponer recetas económicas y aspiraciones políticas personales a una sociedad aterrada y demandante de orden a cualquier precio.
Las organizaciones que necesitan esta represión y estas muertes para legitimar un discurso y una acción política donde los valores aún deteriorados de la democracia funcionan como obstáculos hacia un objetivo supuestamente revolucionario.
Conviene aquí hacer una salvedad: las responsabilidades de unos y otros, en los episodios de ayer y en el desarrollo general de la crisis económica, social y política, son sin dudas diferentes.
Pero es cierto, también, que colocado bajo sospecha política por los EE.UU.; sometido a las presiones del FMI para las que no encuentra respuestas; impotente para reordenar la economía, frenar el agravamiento de la pobreza, dar solución a los ahorristas confiscados y hacer funcionar al sistema financiero; con dificultades para organizar una salida electoral razonable y ahora acechado por la violencia, el Gobierno afronta su momento más difícil.
El problema, en todo caso, no es el Gobierno sino lo que representa: un intento, quizá el último, de conservar una democracia que, algún día, quizá sea capaz de mejorarse a sí misma.
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EL PAIS › LOS ASESINATOS SE COMETIERON LEJOS DEL PUENTE DONDE COMENZO LA PROTESTA
La cacería policial terminó con dos muertos a balazos.
Las fuerzas de seguridad tomaron una parte de Avellaneda para cazar a los piqueteros que antes habían sido dispersados en el puente Pueyrredón, acceso clave a la Capital Federal. Y la cacería fue sangrienta: dos muertos, 90 heridos, varios de ellos con balas de plomo, más de 150 detenidos.
Los dos muertos llegaron al Hospital Fiorito sin documentos, con inocultables heridas de bala. Uno con un disparo en la espalda, a la altura del glúteo. “Un chico muy joven, de menos de 25 años”, describió la médica que lo recibió en la guardia. El otro con un balazo en el pecho. No hubo nada que hacer, los dos llegaron fríos. Los familiares reconocieron los cuerpos varias horas más tarde: Darío Santillán, de 21 años, y Maximiliano Costeki, de 25. Ambos pertenecían a la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón. Por lo que se sabe hasta ahora, cayeron escapando de la policía, uno de ellos porque decidió auxiliar a otro herido, los dos bastante después de iniciado el operativo de represión que la bonaerense desató en la bajada del Puente Pueyrredón como inicio de una cacería que prolongó durante varias horas por las calles de Avellaneda.
La represión empezó sin previo anuncio, con un incidente cuyo origen se pareció a un error o a un acto de estupidez. Tal como estaba previsto, piqueteros de cuatro organizaciones (la Coordinadora Aníbal Verón, el Movimiento de Jubilados y Desocupados de Raúl Castells, el Bloque Nacional y Barrios de Pie) se concentraron desde las once de la mañana en el acceso que comunica Avellaneda con la Capital. La jornada de protesta de ayer incluía el corte de cinco puentes, pero la interrupción del de Avellaneda había quedado a cargo de los de la Verón. Por eso se vio allí a mayoría de desocupados de ese sector, fuertes en el sur del conurbano.
Sus integrantes se reunieron para marchar frente a la estación de trenes de Avellaneda. A las once y media de la mañana habían formado una columna de doscientos metros de largo a lo largo de la avenida Hipólito Yrigoyen, tres cuadras antes del puente.
Un segundo grupo de manifestantes, encabezados por la mujer de Raúl Castells, Nina Peloso, los esperó frente al Bingo Avellaneda. Había sol, y las mujeres se dedicaron a sacar pequeñas viandas de sus bolsos para almorzar. En la calle no se veían chicos. La gente los dejó en casa porque existía temor por una eventual represión, aunque nadie pensaba que podría ocurrir de la manera brutal y sin preámbulos en que después sucedió.
Norma dice que vio francotiradores sobre el puente peatonal pegado a la entrada del Pueyrredón. “Ibamos corriendo por la avenida, gritando que no nos tiren y vimos caer a otro chico en una esquina”, relató a Página/12 en el Hospital Fiorito.
Otros corrieron por Hipólito Yrigoyen buscando llegar a la estación de Avellaneda. La intención era que los piqueteros de más edad pudieran subirse a un tren para salir de la zona. La policía tiró gases lacrimógenos dentro de la estación. Allí murió por lo menos uno de los manifestantes, posiblemente Darío Santillán.
La diputada porteña Vilma Ripoll habló más tarde con un testigo que, al parecer, auxilió en el lugar. “Encontró a un pibe tirado en el piso, sangrando, al que la policía quiso levantar para llevárselo preso. Este hombre vio que el chico se estaba muriendo y les pidió que pararan, porque lo estaban arrastrando como si fuera un saco de papas”, contó ayer. “El pibe tenía un tiro en la zona lumbar y sangraba. Cuando el hombre insistió en que el chico estaba muy mal, lo metieron en un vehículo y lo llevaron al hospital.”
Los dirigentes piqueteros dijeron ayer que a la medianoche aún faltaba que unos treinta volvieran a sus casas.
La tarde terminó con 160 detenidos, 90 heridos y los dos muertos. La policía no tuvo heridos de bala. Sólo el jefe del operativo, comisario Alfredo Franchiotti, dijo que lo había lastimado un proyectil. Tenía un raspón en el cuello, y un ojo morado producto de la furia de los familiares que le pegaron en el Hospital Finochietto, cuando el oficialintentó acercarse a los medios para ostentar el rasguño. El comisario, golpeado y todo, se dio el gusto de difundir su versión de lo sucedido: “Actuamos porque esa gente iba dispuesta a combatir”, dijo a las cámaras. “Nos dimos cuenta por sus cánticos”.
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Miren” o “tiren”.
Por Mario Wainfeld
A la Policía hay que darle consignas netas. Blanco o negro. Hay que decirle ‘miren’ o ‘tiren’. Si la orden es más ambigua será difícil que la cumplan... incluso que la entiendan.”
La frase, palabra más palabra menos, fue repetida varias veces ante sus allegados por el secretario de Seguridad Juan José Alvarez y expresa una vieja sabiduría. La atesoran quienes comandan fuerzas de seguridad y también quienes militan o hacen política en la calle. Hay ocasiones en las que los uniformados tratan de limitar la violencia y hay otras en que salen de cacería.
“Miren”, redunda decirlo, quiere imponer calma, no represión, templanza, hasta pasividad. “Miren” ordenó –y se precia de haberlo ordenado– el propio Alvarez a las fuerzas bonaerenses de cara a los saqueos del 19 de diciembre de 2001. Y en buena medida, en el actual gobierno, la Policía “mira” en las manifestaciones de ahorristas, en las de los asambleístas que van a Plaza de Mayo. Puede ocurrir que los policías pierdan los estribos, se descontrolen pero, en una fuerza verticalizada, habrá otros que morigeren, controlen.
“Tiren” quiere decir “tiren” en sentido estricto o “peguen”, “metan miedo” y, en la Argentina al menos, la Policía suele asumir con entusiasmo tamaña consigna.
“Miren” o “tiren” puede decirse con esas palabras o con sinónimos. O puede sugerirse o inducirse con conductas, desde la jerarquía de los organismos de seguridad o desde el poder político.
Habrá que investigar quién tiró en Avellaneda y, si cabe, quién dio la orden. Entre tanto, es sensato observar que el gobierno nacional, por vía de varias de sus principales autoridades, venía sugiriendo “tiren” desde hace varios días. Desde hace un par de semanas se viene instalando, cual si fuera una política de Estado impedir, como fuera, el cierre de los accesos a la Capital Federal. Desde hace un par de semanas se viene insistiendo en que eso no sería permitido de ninguna manera. Desde hace varias semanas, y en esta en especial, el jefe de Gabinete Alfredo Atanasof fue asociando la movilización piquetera de ayer al “caos”, pirueta lingüística que viene desde tiempos de la dictadura militar y que convoca, como la miel a las moscas, a que “las fuerzas del orden” hagan lo suyo. Tirar, se entiende.
Esto es, que la responsabilidad de latragedia recae en los que recibieron las balas, los palos, los gases, las puertas arrancadas a patadas. Un razonamiento difícil de compartir y hasta de seguir, alambicado, tortuoso. Es mucho más sensato razonar que los policías –como todos los argentinos– entendieron lo que vino diciendo el poder político desde hace días. Una consigna grata para quienes venían con bronca y “junando”. Quienes, en su sempiterna lucha contra el “caos”, sencillamente, tiraron.
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La masacre anunciada.
Por Miguel Bonasso
Un juez de la Nación le anticipó a este cronista, hace 72 horas, que se preparaba “una violenta represión contra los piqueteros en el Puente Pueyrredón”. “Ojo –dijo el magistrado–, van a meter bala.” El magistrado lo sabía por personal de seguridad con el que está en contacto debido a sus funciones .
Este cronista intentó por varias vías hacer llegar la versión a las organizaciones piqueteras que hoy fueron sangrientamente reprimidas, pero no sabe si los mensajes llegaron a destino. Si no lo advirtió en estas páginas (como suele hacerlo) fue porque no pudo confirmar la especie de modo fehaciente y temió actuar como repetidor de un rumor originado en las activas usinas de inteligencia de este Gobierno. Ahora, desgraciadamente para muertos, heridos y familiares, la realidad ha confirmado trágicamente el anticipo. El interinato de Duhalde ya tiene sus muertos, nuevos sacrificados en la pira del darwinismo económico.
La forma en que actuaron las fuerzas provinciales, coordinadas con las nacionales de Gendarmería, Prefectura y Policía Federal, demuestra que la emboscada estaba preparada y que no hubo aquí ningún exceso, sino la recalcitrante adhesión de nuestras fuerzas de seguridad a repetir los procedimientos de la dictadura militar. Y un mensaje inequívoco del poder central. Si no fuera como queda escrito, ¿cómo podrían haber ingresado efectivos de la Federal cuatrocientos metros en terreno bonaerense?, ¿cómo podría haberse llevado a cabo el asalto sin orden judicial al local de Izquierda Unida donde hirieron y secuestraron militantes de un partido del arco parlamentario? ¿Cómo podría la Bonaerense haber ocupado el Fiorito para secuestrar gente?
A veces el periodista debe ceder paso al ciudadano y animarse a enarbolar un sueño: esto no va a parar hasta que cientos de miles de compatriotas salgamos pacíficamente a llenar y ocupar la Nueve de Julio para gritar “¡basta! La democracia no es un juego de tahúres, ni una película de gangsters. Háganse a un lado para siempre, y dejen que hablen las urnas”. O la Nación se hundirá, sin remedio, en una nueva tragedia.
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Tras los enfrentamientos entre piqueteros y policías.
Duhalde pidió investigar los hechos de violencia.
El jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof, dijo que el Presidente quiere conocer "quién está detrás" de los disturbios ocurridos ayer; dijo que la Argentina "no soporta más violencia" y acusó a sectores a los que no identificó de querer "desestabilizar al Gobierno"
El presidente Eduardo Duhalde pidió investigar "hasta las últimas consecuencias" los sucesos violentos ocurridos en la protesta piquetera de ayer para determinar "quién está detrás" de esa situación, informó hoy el jefe de gabinete, Alfredo Atanasof.
"Sabemos que hay una historia que indica que estos hechos nunca se esclarecen, pero el Presidente quiere que esta historia no se repita esta vez y que esto se esclarezca definitivamente", añadió el funcionario.
El jefe de ministros dijo, además, que "el Gobierno lamenta con mucho dolor tantos heridos y también los hechos vandálicos", que se produjeron en las adyacencias del Puente Pueyrredón.
En una conferencia de prensa ofrecida en la Casa de Gobierno, Atanasof denunció que en los incidentes de ayer "hubo encapuchados con armas, con palos, atacando a policías, viviendas y negocios de la zona".
Asimismo, el jefe de Gabinete dijo que "la Argentina no soporta más violencia, la pacificación es una condición necesaria para superar la crisis" que atraviesa el país.
Al respecto, manifestó que hay que "evitar el caos, porque el caos solo favorece a los violentos y a los conspiradores, mientras que la paz es el ámbito en el que podemos construir entre todos".

Grupos desestabilizadores.

Luego de que el gabinete analizara los hechos ocurridos ayer, Atanasof acusó a sectores a los que no identificó de querer "desestabilizar al Gobierno", y buscan generar violencia "amparándose en los derechos legítimos" de los que reclaman por la falta de trabajo.
Además, pidió a los líderes políticos que "tomen conciencia" y no "privilegien el oportunismo irresponsable" utilizando este tipo de situaciones en su propio beneficio.
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En Mar del Plata: crecen los casos de deceso perinatal.



El 13% de los bebes nace desnutrido.
Los datos revelan que la situación de esa ciudad balnearia se acerca a la de Jamaica, el país con mayor mortalidad infantil
La crisis que afecta al país muestra una de sus peores facetas en las maternidades públicas y los hospitales para niños. En varios distritos, las autoridades sanitarias relacionaron directamente con la pobreza el aumento de casos de muerte infantil y de bajo peso al nacer.
En Misiones, ya son 13 los bebes que murieron por deficiencias alimentarias y falta de controles médicos en lo que va del año (ver aparte). Las autoridades sanitarias de Bariloche, por su parte, advirtieron sobre el alarmante aumento de casos de muerte súbita en hogares de bajos recursos. Y en Mar del Plata el 13 por ciento de los bebes que nacen en instituciones públicas pesa menos de 2,5 kilos, según se informó oficialmente.
Pero no es todo: el 2 por ciento de los bebes marplatenses que nacen con bajo peso ni siquiera llega a 1,5 kilo. En ambos casos, es consecuencia, esencialmente, de las penurias que sufren sus madres desde el comienzo del embarazo, especialmente en lo que respecta a la atención de su salud y la desnutrición, estigmas que se transmiten a los niños prácticamente desde la concepción.
Las estadísticas que se registran a sólo 400 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires igualan a las de las provincias más pobres del país y distan mucho de las de los países desarrollados.

Escenario.

*En Mar del Plata, la ciudad que comparte con Rosario el primer puesto del ranking de desocupación del país, nacen entre 10.000 y 12.000 niños por año.

*El 60% de ellos llega al mundo en las salas de parto del Hospital Interzonal Especializado Materno Infantil (Hiemi).

*El 50% de las madres que pasan por allí padece anemia severa, déficit proteico y está pobremente alimentado.

*El 21% del total es menor de 18 años

*El índice de mortalidad infantil de esta ciudad es del 20,3 por mil
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